Cada vez más afectadas en Alemania
27 de agosto de 2018"Yo tenía 11 o 12 años. Varias personas me sujetaron. Entonces, me cortaron. Me pusieron sobre la mesa. Aún puedo ver la imagen. El dolor fue terrible. Luego, me cosieron. Me ataron las piernas durante un mes para que la herida sanara."
Tras un incremento en los arribosde mujeres procedentes de países donde estas prácticas son usuales, la organización defensora de los derechos femeninos Terre des Femmes estima que unas 65.000 mujeres afectadas viven hoy en Alemania (un doce por ciento más que el pasado año).
A sus 36 años, Ifrah* es una de ellas. De acuerdo con el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), su país de origen, Somalia, es uno de los países en que más prevalencia tiene esta práctica, donde se estima que el 98 por ciento de las mujeres de entre 15 y 49 años de edad han sido mutiladas.
"Un cuchillo y una cuchilla de afeitar"
"El procedimiento es realizado por el llamado ‘cortador'", recuerda Ifrah. "No tienen idea de lo que están haciendo. Sencillamente, tienen un cuchillo y una cuchilla de afeitar y cortan." Estos procedimientos para la "circuncisión femenina" varían: desde los que dañan el clítoris hasta los que cosen la apertura vaginal.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que unas 200 millones de mujeres alrededor del mundo viven con las consecuencias de una mutilación genital femenina: dolores menstruales crónicos, infecciones recurrentes, complicaciones en sus partos, pérdida de sexualidad. Los efectos mentales y físicos son para toda la vida. Y algunos pueden ser fatales: la hermana de Ifrah murió de una hemorragia, a sus nueve años de edad, durante uno de estos procedimientos.
En algunas comunidades, esta brutal práctica es considerada rito y requisito para contraer matrimonio. "En mi comunidad existe la creencia de que si una mujer no ha sido cosida, cualquier hombre podría haber estado ahí", dice Ifrah, mientras baja la vista hacia su regazo.
Experticia médica limitada
Tras dos años y medio en Alemania, Ifrah ha buscado asesoría en el Desert Flower Center de Berlín. La clínica, fundada con donaciones, ofrece cirugía reconstructiva, consulta y tratamiento holístico para mujeres afectadas por la mutilación genital femenina.
Desde su inauguración en 2013, la doctora Cornelia Strunz ha asesorado a unas 300 mujeres. Pero esta clínica en el suroeste de Berlín es una excepción. Confrontada con un creciente número de mujeres que sufren los efectos de la mutilación genital femenina (MGF), los servicios y la experticia de Alemania en torno a este tema son limitados.
"Cuando estudié medicina, la MGF no estaba presente en ninguna materia", asegura la doctora Strunz. "Pero sé que esto está cambiando, y espero que la tendencia continúe. Sin embargo, aún encuentro colegas que saben muy poco o absolutamente nada sobre mutilación genital femenina."
Consultado por DW, el Ministerio alemán de Familia, Tercera Edad, Mujeres y Juventud aseguró que planea trabajar más de cerca con las oficinas de bienestar juvenil en el actual período legislativo. Pero no aclaró si dispondrá de recursos financieros para apoyar a grupos de mujeres afectadas. El Ministerio de Justicia, por otra parte, no respondió a la consulta de DW.
"Circuncisión de vacaciones"
No osbtante, incluso si el gobierno actúa para apoyar a las mujeres afectadas por esta práctica, hay poco que las autoridades puedan hacer en casos en los que niñas y jóvenes son llevadas de vuelta al país de origen de sus padres para una "circuncisión de vaciones". Terre des Femmes estima que unas 15.500 chicas que viven en Alemania corren peligro de ser forzadas a someterse a una mutilación genital en tales circunstancias. Es ahí donde la sociedad tiene que jugar su papel, opina Charlotte Weil, de Terre des Femmes.
"La única manera de realmente impedir lo que está sucediendo es tener una sociedad vigilante. O sea, gente que trabaje en estrecho contacto con las familias: voluntarios, maestros relacionados con los padres que potencialmente podrían someter a sus hijas a MGF. Estas personas tendrían que estar muy atentas", dice Weil. Además, el gobierno debería proveer recursos financieros a las redes voluntarias de ayuda. Aunque, "es importante, eso sí, no prejuzgar de ese modo a todas las familias", advierte.
Para Ifrah, como sea, el miedo a que sus hijas sufrieran la misma suerte que ella a sus 11 años ya se convirtió en realidad. "Mis tres hijas mayores, que aún viven en Somalia, no tuvieron mejor suerte", lamenta. "Fueron ‘circuncidadas’. Pero la de tres años no." Desde un banco cercano, donde espera junto a una amiga, la pequeña llama a Ifrah: "¡Mira!", ríe, mientras hace sonar sus mínimos zapatos de tacón sobre los adoquines.
"Ese fue nuestro destino"
"Si alguna vez fuésemos enviadas de regreso a Somalia, estoy cien por ciento segura de que sus abuelos la harían pasar por el procedimiento", afirma Ifrah. Para sus tres hijas mayores ya es demasiado tarde.
"Ese fue nuestro destino", sentencia. "El de aquellas de nosotras que tuvimos que pasar por eso. Pero yo soy una luchadora. Espero que esas mujeres [que han sufrido mutilación genital] estén sanas. Y espero que, algún día, se ponga fin a este ritual."
*El nombre de la joven entrevistada ha sido sustituido por Ifrah para proteger su privacidad.
Autor: Kate Brady (RML/CP)
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