No hay peor sordo...
18 de febrero de 2004Hans Blix ya no acapara portadas. Pero aún tiene mucho que decir. Y lo está diciendo a los cuatro vientos, aunque a algunos no les agrade escucharlo. En Alemania ha hablado ya sin los tapujos que le imponía su cargo de jefe de los inspectores de armas de la ONU para Irak, en los tensos meses que precedieron a la arremetida militar contra Saddam Hussein.
Sin justificación racional
Nominado entre más de centenar y medio de figuras para el Premio Nobel de la Paz, el diplomático sueco no deja de trabajar en lo suyo: ahora preside una comisión independiente de control de armamento, que se propone contribuir, a través de sus propios análisis, a liberar al mundo del peligro que representan los arsenales de exterminio masivo. Su principal aval es la credibilidad de sus apreciaciones.
En este contexto, Hans Blix no se ha contentado con archivar el capítulo iraquí en la papelera. Por el contrario, está poniendo los puntos sobre las íes. En lo tocante a Irak afirma, por ejemplo, que la guerra no era racionalmente justificable. Así lo recalcó una vez más en Berlín, en un foro auspiciado por la embajada sueca en la capital germana. Allí reconoció que al comienzo de su labor pensó que Bagdad podía estar escondiendo arsenales. Pero, cuando pasó el tiempo y no se encontraron evidencias, sus dudas aumentaron. "Estados Unidos no registró particularmente los vacíos en la información y no le importó", reprocha el diplomático.
"Caza de brujas"
En declaraciones a la prensa alemana fue aún más explícito: "Antes de la guerra dijimos que no había pruebas de la existencia de armas de exterminio masivo, pero ellos lo ignoraron", indicó, aludiendo a Washington y Londres. No es que Blix les atribuya directamente mala fe, pero si la falta del análisis crítico que cabría esperar cuando se trata de tomar decisiones tan graves como la de emprender una guerra. "Si alguien cree en brujas, cada tasa de café es una prueba de algo. Ellos eran cazadores de brujas y ahora cargan con la responsabilidad", sentenció.
El diagnóstico de Blix no tiene nada de ambiguo. A su juicio, Saddam Hussein constituía una amenaza para la población iraquí, "pero, con certeza, no era un peligro directo para sus vecinos y los países del mundo". Sus palabras, sin embargo, no parecen hallar eco en los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña, que insisten en justificar su intervención militar. Al fin y al cabo, si no quisieron escuchar antes, por qué habrían de hacerlo ahora?