"No hay políticas feministas sin mujeres en el poder”
4 de octubre de 2021Que la economía no es neutral. Que la desigualdad entre hombres y mujeres en términos de pobreza, mercado de trabajo y pandemia hay que corregirla con políticas activas. Son algunos de los principios que guían a laDirección Nacional de Economía, Igualdad y Género de la Argentina. Una iniciativa pionera a nivel latinoamericano, creada a principios del año pasado, y que funciona dentro del Ministerio de Economía del país. Sobre sus desafíos, avances y propuestas concretas, DW dialogó con su Directora.
DW: ¿Por qué es necesaria una Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género?
Mercedes D'Alessandro: Todas las políticas económicas tienen efectos distributivos en términos de ingresos y también de género. Aunque se pretenda neutral, la programación económica nunca lo es. En la Argentina existen desigualdades estructurales y reducirlas es una cuestión de Estado. Las mujeres, sobre todo las más jóvenes y quienes son madres, junto al colectivo travesti trans, son las más pobres y las que más obstáculos tienen en el mercado de trabajo. Hay que cerrar esas brechas de desigualdad, no solo para alcanzar más justicia social, sino también porque le hace bien a la economía. Esta es una condición indispensable para un desarrollo sostenible.
¿Cómo surgió?
El Gobierno actual tomó la nutrida agenda feminista, que venía ganando espacio en el debate público, como parte de los ejes de trabajo y lo hizo desde la campaña para ganar las elecciones de 2019. Así se creó el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, jerarquizando lo que antes era un Instituto y, dentro del Ministerio de Economía, la Dirección de Economía, Igualdad y Género, que es pionera en la región. Un espacio institucional inédito que trabaja para que el modelo económico reduzca brechas de desigualdad. La economía feminista entró, por primera vez, a la programación económica en la Argentina.
¿Por qué pertenece al área de Economía? Suele pensarse que la economía es "neutral”.
La economía es un campo de conflicto permanente en el que se expresan demandas de diversos sectores y hay que canalizarlas en función de objetivos claros. Hay pujas distributivas y en ellas las mujeres ocupan un lugar cada vez más importante. En el Ministerio de Economía, por ejemplo, se formula el Presupuesto Nacional. Entonces, tener un área de Igualdad y Género dentro del Ministerio permite analizar y mostrar cuáles son los efectos de las políticas públicas sobre la distribución y sobre las mujeres. Permite, también, tener una herramienta concreta que haga que el feminismo sea más que un slogan.
¿Qué significa que "la pobreza es sexista”?
Las mujeres tienen una menor participación en el mercado laboral, mayores niveles de informalidad, menores ingresos y registran mayores niveles de desocupación que sus pares varones, en especial las jóvenes y quienes son madres. Además, son las que realizan el 76% de las tareas de cuidados y esa distribución desigual les quita posibilidades de inserción y crecimiento en el mercado laboral. Todo esto hace que la pobreza esté feminizada. Con la pandemia se potenció todo esto. La pobreza en Argentina es sexista, por eso pretendemos que las políticas para combatirla no lo sean. Desde el Gobierno ampliamos la Asignación Universal por Hijo y la Tarjeta Alimentar, que son dos herramientas de apoyo con dinero a mujeres de hogares de bajos ingresos con niños, niñas y adolescentes. Eso permitió que muchas familias no caigan en la indigencia en un contexto tan difícil como el que tuvimos en 2020 y que aún sigue.
¿Podría nombrar algunos indicadores en los que esto se refleja?
En este momento, la brecha de ingreso entre varones y mujeres es la más alta desde 2017: supera el 30%. Y la caída de la participación económica de ellas en la pandemia fue histórica: 5 de cada 10 mujeres de Argentina participaban en el mercado de trabajo hasta el pico de la emergencia sanitaria, y después la tasa descendió a 4 de cada 10. La consecuencia es todavía mayor para las mujeres jefas de hogar, con niños, niñas y adolescentes a su cargo: 1 de cada 10 se retiró del mercado laboral. El sector más afectado fue el servicio de trabajo doméstico, donde las mujeres representan el 98,8%, son más de 1,2 millones de trabajadoras. Se perdieron más de 350 mil empleos y todavía no se recuperaron. En este contexto, presentamos un programa que se llama Registradas. Se acaba de lanzar. Busca recuperar el empleo de las trabajadoras de casas particulares, además promueve su formalización -acceso a derechos laborales- y la inclusión financiera.
Justamente, ¿cuáles son las propuestas concretas para alcanzar los objetivos de la Dirección que usted encabeza?
Primero nos centramos en elaborar diagnósticos sobre las brechas de desigualdad y el impacto de la pandemia. Esto de por sí es novedoso. Implica incorporar la dimensión de género a los datos e indicadores, cuestiones que no siempre están presentes. Tener esto en la mesa nos permitió trazar políticas públicas. Por ejemplo, impulsamos el Ingreso Familiar de Emergencia, la política de transferencia más importante que Argentina puso en marcha en 2020, de contención a los y las trabajadores/as informales. Alcanzó a 8,9 millones de personas y permitió contener la caída en la indigencia de millones. También trabajamos en la creación del primer Presupuesto Nacional con perspectiva de género de Argentina, una herramienta de gestión feminista que mejora la política pública. A mitad de septiembre se presentó el segundo, que incorpora una metodología de trabajo que permite identificar que el 15% del Presupuesto Nacional cierra brechas de desigualdad.
Y, transversal a todo esto, está la economía de los cuidados. Incorporar al debate económico que las tareas domésticas y de cuidados no remuneradas son centrales en la dinámica productiva es fundamental. En este sentido, avanzamos en incorporar una visión en la cual hay que fortalecer el sistema de cuidados.
Además, creamos una Mesa federal de políticas económicas con perspectiva de género, un espacio clave para definir estrategias, que reúne a mujeres que ocupan rol de ministras o secretarias en carteras económicas de todas las provincias. Esta Mesa ha dado grandes frutos y permitió acelerar el proceso de creación de políticas inclusivas en todo el país.
¿Qué significa en lo personal dirigir este área? ¿Siente que ha podido lograr lo que se proponía o que la "maquinaria burocrática” se lleva por delante las buenas intenciones?
Me toca dirigir un área que es un logro de los feminismos y en un tema en que trabajé muchísimo antes de formar parte del Estado, desde la academia, el activismo y la militancia. Lograr que haya un área feminista en el Ministerio de Economía es un sueño hecho realidad. Desde mi perspectiva, el feminismo tiene mucha más potencia cuando hablamos de redistribución. La "maquinaria burocrática" es difícil, pero somos muchas las mujeres gobernando que trabajamos por hacer cambios profundos en esto y hay una oportunidad política. Sin duda, dentro de unos años vamos a poder ver los frutos de este trabajo. Lo cierto es que no hay políticas feministas sin mujeres en espacios de poder. Ese es el aprendizaje más grande.
¿Cuáles han sido las principales dificultades que han encontrado?
Nuestra Dirección se creó en 2020, un ratito antes de que la pandemia cambiara nuestras vidas. Veníamos de una crisis económica muy grande y niveles de endeudamiento récord en Argentina, fruto del gobierno anterior. A eso se le sumó la crisis de la pandemia. Y, en el caso de las mujeres, se sumó una crisis de cuidados. El desafío fue y es enorme. Creo que lo más difícil fue encontrar las herramientas para intervenir en la emergencia. Y lo más importante es abrir ese espacio de disputa de los feminismos en la mesa de redistribución de la riqueza y los ingresos. Ese es un desafío central, conservar y darle fuerza. Porque creemos, realmente, que es vital para consolidar un modelo económico sostenible en el tiempo.
¿De aquí en adelante?
De aquí en adelante la economía argentina tiene el desafío de encontrar un sendero de crecimiento económico que cierre brechas de desigualdad. Eso implica, desde el feminismo, entender que la economía de los cuidados es vital para el sostenimiento de todo el tejido productivo y que las mujeres tienen que ser parte del diseño y construcción política del presente y el futuro. Es todo un desafío, porque en momentos de crisis se suele tomar lo que está a mano. Y lo que está a mano es siempre lo viejo, lo que ya funcionó antes. Es un desafío también generacional. Que nuestra generación muestre que es capaz de estar a la altura de lo que la pandemia nos dejó enfrente. Para eso, es necesario pensar más allá de las fronteras nacionales. Ojalá que podamos, porque no tenemos tanto tiempo y no podemos darnos el lujo de pasar otra década de pobreza y exclusión.