Nobel Alternativo por dar voz a las víctimas de Asia
30 de noviembre de 2014
Después de 340 días en huelga de hambre, Nanda Prasad murió en septiembre de 2014. Durante casi un año, él y su mujer se negaron a ingerir alimentos, en un desesperado intento de inducir al Gobierno de Nepal a esclarecer las circunstancias en que murió su hijo, supuestamente asesinado por maoístas. “Solo después de la muerte del padre, el Gobierno cambió de actitud y prometió ocuparse del caso”, dice Basil Fernando, quien durante años dirigió la Comisión Asiática de Derechos Humanos y es uno de los galardonados con el Right Livelihood Award, conocido también como Premio Nobel Alternativo.
El caso de Nepal tuvo un final trágico. Pero también demuestra la irrestricta voluntad de exigir justicia, afirma Basil Fernando, en conversación con DW. “Observamos tal determinación por doquier en Asia, entre gente común y corriente, que no se quiere dar por satisfecha con un ‘no'. Esa es una fuente de inspiración”, señala.
“La gente se rebela”
En muchos Estados asiáticos el sistema judicial es deficitario y los derechos civiles son atropellados. “Pero la gente se rebela contra eso. En muchos países se observa un proceso de esta naturaleza y las demandas de cambios en el sistema son muy fuertes”, afirma.
Eso ocurre en parte gracias a la labor realizada por la Comisión Asiática de Derechos Humanos (AHRC), fundada en 1993. Basil Fernando la dirigió hasta 2010, año en que renunció al cargo, pero sigue trabajando hasta el día de hoy para la organización, activa en 12 países, como Bangladesh, Camboya, India, China, Corea del Sur e Indonesia. Mediante programas de entrenamiento y cursos se han capacitado innumerables juristas y colaboradores.
Haber creado conciencia sobre el tema de los derechos humanos es, a juicio de Basil Fernando, uno de los principales méritos de la AHRC. La organización aplica una doble estrategia: “Muchos sistemas judiciales ponen en segundo plano los derechos individuales y defienden más bien los derechos de los poderosos a nivel político. Por eso, por una parte intentamos ayudar a las víctimas y, por otra, organizamos campañas y tratamos de despertar a la opinión pública”. De este modo se pretende generar presión sobre los poderosos.
En carne propia
Basil Fernando experimentó en carne propia lo que es quedar a merced de las arbitrariedades del sistema. Cuenta que en su patria, Sri Lanka, se promulgó en 1978 una nueva Constitución, que confería prácticamente un poder absoluto al presidente. “En los años siguientes, el Gobierno adoptó una estrategia dirigida a combatir brutalmente a los opositores. Muchas personas inocentes fueron asesinadas”, dice, agregando que había “listas negras”, en las que podía figurar cualquiera. En 1989 apareció en una de ellas también el nombre de Basil Fernando. “Las listas eran entregadas a los servicios secretos, que se encargaban de que esas personas desaparecieran del escenario. Estaba bien organizado”, relata.
Afortunadamente se enteró de que estaba entre los buscados y alcanzó a escapar. Basil Fernando viajó primero a Hong Kong, donde trabajó para la ONU, como consejero de refugiados vietnamitas. Luego llegó a Camboya, enviado por la ONU, y finalmente asumió en 1994 la jefatura de la AHRC, con sede en Hong Kong.
En sus dos décadas de existencia, la Comisión Asiática de Derechos humanos ha tratado miles de casos; son miles de historias y miles de rostros, que adquirieron voz gracias a Basil Fernando y sus colaboradores.