Obama y la NSA, ¿alivio o desconcierto?
18 de enero de 2014
“¡Hay que poner fin al espionaje telefónico de los ciudadanos estadounidenses!”. Con esas palabras criticó Barack Obama las prácticas de vigilancia de los servicios secretos de su país en el año 2007, cuando todavía era senador y casi nadie lo conocía en el resto del mundo. Es precisamente esa claridad la que le faltó este viernes (17.01.2013) como presidente, tras anunciar que estrecharía los márgenes de acción de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y limitaría la recopilación masiva de datos privados y comunicaciones interpersonales.
En eso concuerdan Annegret Bendiek, miembro del foro germano-estadounidense Transatlantic Academy, y Cynthia Wong, de la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW), ambas con sede en Washington. A juicio de Bendiek, el discurso de Obama en torno al nuevo decreto para reformar las actividades de la NSA estuvo dirigido casi exclusivamente a una audiencia nacional, cuya indignación de cara a los excesos de los servicios secretos es mucho menor que la exhibida por los europeos o los brasileños.
De ahí que muchos estadounidenses perciban la alocución de este 17 de enero positivamente, dice Bendiek. También Wong describe las palabras de Obama como “un buen punto de partida”. A sus ojos, el problema radica en que “no sabemos cómo se piensa resolver el problema”. Obama habló durante casi una hora, pero siempre fue vago; anunció y prometió mucho, pero sin hacer afirmaciones concretas. El hombre fuerte de Washington sólo juró respetar la esfera privada de sus homólogos y aliados más cercanos.
Palabras bajo la lupa
Si se le toma la palabra, Angela Merkel es la única ciudadana en la República Federal de Alemania que puede sentirse a salvo de la NSA. Y, aun así, tampoco el actual Gobierno germano parece confiar un ápice en las buenas intenciones de la Casa Blanca. En Berlín se sigue analizando bajo lupa el contenido del discurso de Obama. Cynthia Wong, de HRW, reconoce que muchos cambios necesitan tiempo, pero subraya que Obama podría haber emprendido algunas acciones inmediatamente sin necesidad de consultar al Congreso.
“Obama podría haber ordenado detener la recopilación de metadatos telefónicos en Estados Unidos y de otro tipo de información en el extranjero. Estamos muy decepcionados de que él no lo haya hecho”, comenta Wong. Bendiek tampoco cree que la situación vaya a cambiar mucho para el resto del mundo. “Si Obama hubiera querido ser más preciso, habría ofrecido negociar un ‘pacto de no espionaje’ con sus aliados de la OTAN para recuperar la confianza de los líderes de varios países”, señala Bendiek. Demás está decir que Obama no ofreció nada parecido.
Esperando cambios significativos
Bendiek añade que, ni los usuarios de Internet en Europa ni grandes compañías como Google o Facebook tienen motivos para sentir alivio tras el discurso de Obama. Todavía no se ha descartado la idea de que terceras instancias –las compañías del sector tecnológico y comunicacional, en lugar de la NSA– se encarguen de recopilar los datos de los internautas. Está por verse qué reformas tangibles se imponen. Después de todo, el presidente de Estados Unidos habló de involucrar más al poder judicial en el control de las actividades de espionaje.
“Yo creo que puede haber un cambio significativo en la manera en que se practica la vigilancia masiva”, sostiene Wong, de HRW. “Por otra parte, el Congreso de Estados Unidos también se va a involucrar en esta discusión. Vamos a tener al Congreso en la mira para asegurarnos de que estas recomendaciones de enmienda sean aceptadas”, agrega Wong. Y es que no debe darse por sentado que los congresistas estadounidenses cooperarán con Obama y sus nuevas guías para los servicios secretos, sean cuales sean.