El presidente de Estados Unidos difícilmente reconocería que se equivocó en el primer intento de vetar la entrada a personas de siete países musulmanes. Esta vez no apareció él sino que envió a sus ministros a dar la cara a la prensa. Ellos - y no el presidente - anunciaron las nuevas restricciones a la admisión de refugiados a los Estados Unidos. A los periodistas empero, no se les permitió hacer preguntas. ¡Nada de correr riesgos! El público solo ha podido ver una foto de Trump mientras firmaba dicha orden administrativa. Trump se esconde.
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Justo cuando se trata de uno de los temas más anunciados durante su campaña y la razón por la que muchos de los estadounidenses votaron por él: la seguridad de las fronteras y la reducción del número de inmigrantes.
Inusual timidez
La nueva e inusual aversión de Trump a las cámaras y los micrófonos tiene su motivo: el fin de semana causó un aluvión de titulares con sus acusaciones de que, presuntamente, Obama habría ordenado espiar la central de su campaña. Pero Trump no aportó ni indicios ni pruebas.
La prensa, tan odiada por él, considera que es otro intento de desviar la atención de otros problemas de su administración. Nada descabellado. La administración de Trump, hasta ahora, ha sido una serie de escándalos. El presidente de Estados Unidos no ha logrado la aprobación de una sola ley en el Congreso, a pesar de la mayoría republicana.
Así que es posible que después de los recientes escándalos, sus expertos le hayan recomendado a Trump cierta abstinencia con Twitter o apariciones en televisión. Algo que no durará mucho tiempo.
La nueva versión del veto a la inmigración le da más tiempo a las autoridades para conocer las reglas y aplicarlas. Así se podrá evitar el caos generado hace unas semanas en los aeropuertos. En todo caso, los tribunales estadounidenses examinarán la legalidad de las nuevas medidas. Pero sea cual sea el veredicto que emitan, el gobierno de Trump continuará siendo restrictivo frente a la inmigración.
Una actitud casi simbólica
Washington le da la espalda al resto del mundo. Irónicamente Estados Unidos, el país que con sus ilegales intervenciones internacionales dio lugar a la inmensa crisis humanitaria de refugiados, cierra ahora sus fronteras. Trump se esconde detrás de las paredes de la Casa Blanca. Una actitud casi simbólica de la realidad. Esto no es muestra de liderazgo.
¿Tocará la canciller Merkel la crisis de los refugiados durante su visita a Washington en más de una semana? Si lo hace, lo hará con prudencia. Ella sospecha: Donald Trump no cambiará su política de aislamiento, bajo el lema de "América primero”. Merkel, como el resto de los europeos, respetará esa postura de Trump. Pero la UE también puede aprender una lección: si Estados Unidos defiende con tanta firmeza sus intereses, los europeos también debieran hacerlo.