EE.UU. lleva las de perder en Corea del Norte
4 de septiembre de 2017La detonación de una presunta bomba de hidrógeno por parte de Corea del Norte marca un momento amargo para Estados Unidos. Una sola bomba de este tipo puede borrar del mapa a una metrópoli como Nueva York. Ya la explosión de una bomba H en la atmósfera sobre Silicon Valley, con su impulso electromagnético, podría paralizar por completo las centrales de Apple, Facebook y Google. Y Corea del Norte dispondrá pronto de los medios para llevar en forma segura una bomba al objetivo que determine.
Aislamiento infructuoso
Ha fracasado pues la estrategia estadounidense de detener el programa atómico y de misiles de los Kim por medio de sanciones. La resolución 1718 de la ONU, con las primeras medidas punitivas dictadas por el Consejo de Seguridad tras el primer ensayo nuclear de Corea del Norte, fue emitida hace ya casi 11 años. No obstante, la dinastía de los Kim ha conseguido desde entonces llegar a la situación de poder lanzar un ataque nuclear. Estados Unidos nunca estuvo preparado para eso, como lo demuestran ahora sus desconcertadas reacciones.
El presidente Trump puede amenazar con su potencial nuclear. Pero ni un ataque convencional, ni uno atómico, constituyen una opción realista. Desde ya, los aliados de Corea del Sur y Japón los rechazarían, porque serían las primeras víctimas de los contragolpes norcoreanos. Pero si el Gobierno estadounidense apuesta por endurecer las sanciones y esperar a que hagan efecto, Corea del Norte tendría más tiempo para perfeccionar sus misiles.
Tampoco un diálogo sería favorable para Estados Unidos. Corea del Norte quiere negociar un tratado de paz, lograr que se garantice su existencia y librarse de las sanciones. Pero, a diferencia de lo que ocurría tiempo atrás, la dictadura de Kim quiere ser reconocida como potencia nuclear. Sus diplomáticos mencionan como ejemplo a Pakistán, que fue aceptado por Estados Unidos como potencia atómica. En consecuencia, para conversar, Estados Unidos tendría que renunciar a su demanda de una Corea libre de armas nucleares. Probablemente se podría negociar una limitación del arsenal, pero nada más. Pero eso será prácticamente inaceptable para Corea del Sur y Japón.
Los intereses de China y Rusia
El doble papel de China frustra también al equipo de Trump. Washington está supeditado a que Pequín respalde y aplique las sanciones de la ONU. Pero el presidente Xi Jinping persigue sus propios intereses. En primer lugar, quiere que Corea del Norte siga siendo un colchón, y por ello no aplicará un embargo petrolero en su contra. Y, en segundo término, los chinos quieren reducir la influencia estadounidense en el Este de Asia. Para ello resulta bastante útil el programa atómico norcoreano, porque siembra discordia en las alianzas de Estados Unidos con Corea del Sur y Japón.
Tampoco Rusia es un actor neutral. La suposición de que Vladimir Putin utiliza a Corea del Norte como herramienta para humillar a Estados Unidos no es tan descabellada. Los rápidos avances norcoreanos en cuanto a tecnología de misiles resultan sospechosos, aun cuando hasta ahora no haya pruebas de ayuda rusa. Al margen de lo anterior, la nueva situación convierte a Rusia en un actor importante en el Extremo Oriente. En este cuadro encaja también el alegato ruso contra sanciones y a favor de conversaciones.
Trump, un tigre de papel
Uno puede darle las vueltas que quiera: ya sea que se negocie o no con Corea del Norte, Estados Unidos es por lo pronto el perdedor en la península coreana. George W. Bush y Barack Obama no estudiaron a Maquiavelo tan bien como Kim Jong-il y su hijo Kim Jong-un. Y Trump se revela con cada tweet contra Corea del Norte como un tigre de papel, porque de momento no hay una opción ganadora para los estadounidenses.
Washington debería tal vez buscar un mediador neutral, como Alemania o Suecia –ambos tienen embajada en Pyongyang- y sondear tras bambalinas una posible base para negociar. Claro que semejante paso presupone que Washington comprenda que por ahora lleva las de perder.
Autor: Martin Fritz (ERS/VT)