Opinión: el juego indigno de Hariri
23 de noviembre de 2017Uno de los temas más debatidos en Medio Oriente es actualmente por qué el jefe de gobierno de el Líbano, Saad Hariri, anunció su renuncia hace tres semanas después de un dramático "escape" y, sorprendentemente, desde Arabia Saudita. ¿Hizo esto por iniciativa propia, por preocupación por su propio país o quizá por temor a ser victima de un atentado, como lo insinuó? ¿O fue forzado por sus "amigos" saudíes a renunciar para provocar caos en el Líbano y reducir así la influencia de la milicia chií financiada por Irán, Hezbolá?
¿Qué significa el regreso de Hariri?
Posiblemente nunca se sepa la verdad, pero hay muchos indicios que sugieren que la presión diplomática fue dirigida por Arabia Saudita y otros actores. Países como Egipto y Francia, antigua potencia colonial, intervinieron hábilmente como mediadores, mientras que el ministro de Asuntos Exteriores alemán Sigmar Gabriel se oponía a los saudíes, sobre todo acusándolos públicamente.
Ahora Hariri está de regreso en el país, pero la situación sigue siendo incierta. En primer lugar, dice haber aplazado su dimisión y quiere esperar más consultas. Incluso, un poco más tarde explicó a sus simpatizantes aglomerados: "¡Me quedaré con ustedes!". Así deja abierta la posibilidad sobre si quiere quedarse en el país o, quizá, también en el poder. Además de la posición de Arabia Saudita al respecto y si habrían ciertas condiciones para ello.
El regreso de Hariri a Beirut sigue siendo una buena noticia. También hay que agradecer que otro país de la UE como Chipre intente buscar una mediación. Ahora solo esperamos que el juego indigno de Hariri termine con eso. Esto hace que en el plano internacional, el Líbano sea un estado controlado a distancia. Algo que conllevaría al peligro de una escalada militar si todas las partes involucradas, dentro y fuera del país, no imponen una rigurosa disciplina. Porque el conflicto real aún no ha terminado. Y no se puede resolver solo en el Líbano.
Irán y Arabia Saudita: los determinantes
La Irán chiita y sus grandes aliados como el Hezbolá aspiran en realidad a incrementar su poder en el Líbano y en la región - en ninguna otra parte es más evidente que en Siria, donde junto con Rusia podrían lograr una victoria militar del régimen de Bashar al Assad contra, principalmente, los rebeldes sunitas. La poderosa y sunnita Arabia Saudita ve esto como una amenaza y quiere evitar con todas sus fuerzas una mayor expansión de la influencia iraní y chiita en la región. Un reino dirigido por un joven príncipe heredero, de quien el Servicio de Inteligencia Exterior Alemán (BND) certificó en un informe filtrado a la prensa a finales de 2015, que tiende a ser impulsivo y aventurero en términos de política exterior. La brutal e infructuosa guerra que Mohammed bin Salman ha librado en Yemen confirma esta afirmación.
El conflicto no se resolverá hasta que los verdaderos actores, Arabia Saudita e Irán, se siente en una misma mesa. Así como el sunnita Hariri y el chiita Hezbolá se reunieron durante años antes del comienzo de la crisis actual. Hoy ha quedado claro para todo el mundo que el Líbano celebró este miércoles el regreso de Hariri y el 74º aniversario de su independencia nacional. Pero también que sigue siendo el juguete de potencias extranjeras.
Autor: Rainer Sollich (CT/CP)