Opinión: Hollywood está en todas partes
14 de octubre de 2017Harvey Weinstein, el célebre productor de cine, ha sido acusado de chantajear, acosar y agredir sexualmente a numerosas mujeres durante décadas. Hasta ahora, la imagen que este titán del séptimo arte proyectaba con más fuerza era la del hombre culto y progresista. Pero durante todos estos años, tras bastidores, el lujurioso macho alfa estuvo perfeccionado un sistema que le permitió cometer sus abusos impunemente. Cada día se levanta una nueva voz para imputarle atropellos que supuestamente nadie conocía. En Hollywood se habla de un "secreto a voces”, se describe a Weinstein como un personaje de un poder amenazante y se alega que quien se atrevía a denunciarlo terminaba sufriendo severas represalias.
La punta del iceberg
El debate en torno a las agresiones sexuales de Weinstein revela que éstas son apenas la punta del iceberg; que el fenómeno es un mal crónico en la industria del cine y la televisión; que estrellas masculinas como Ben Affleck, Matt Damon y Quentin Tarantino parecen haber encubierto al productor; y que otras figuras de la pantalla gigante y la pantalla chica han incurrido en faltas como las de Weinstein. De hecho, cada vez más hombres –entre ellos James van der Beek, Terry Crews y Rob Schneider– toman la palabra para señalar que no solo las mujeres han sido objeto de avances indeseados a lo largo de sus carreras actorales.
Pero el hecho de que Weinstein pudiera operar como lo hizo por tanto tiempo y sin preocuparse por las consecuencias no es un problema exclusivo de Hollywood. Lo que ocurre es que en su caso salta a la vista cómo funciona el sexismo, cómo éste propicia la violencia sexual y blinda a quienes la practican. Se abusa de las relaciones de dependencia para fortalecer la propia posición de poder a través de actos sexuales impuestos. En el fondo estamos hablando de abuso de poder, no de flirteos entre iguales ni de actos sexuales consentidos por las partes involucradas.
En Hollywood, Hamburgo y Hong Kong: el sexismo y la violencia sexual son endémicos en todo el mundo. Las agresiones sexuales tienen lugar en todos los estratos de todas las sociedades; de ellas no se salvan ni los ricos ni los famosos, como ha dejado claro el caso que nos ocupa.
Una de cada tres mujeres en Alemania
Nada más en Alemania, una de cada tres mujeres ha sido objeto de violencia sexual o abuso físico. Un 58,2 por ciento ha admitido haber sido objeto de acoso sexual, que es una forma de violencia sexual que no todos reconocen como tal. Estas agresiones ocurren en la calle, en la oficina, en las aulas, en el hogar y en otros contextos privados. En otras palabras, no hay lugar que no se preste en mayor o menor grado para el acoso. Las mujeres jóvenes, las de piel oscura, las transgénero y aquellas con limitaciones físicas o psíquicas son las más afectadas.
Considerando que este problema social es tan abarcador y restringe tanto las libertades de las niñas y las mujeres, es espeluznante lo invisible que sigue siendo. Las infracciones de Harvey Weinstein no son ejemplos aislados, sino la enésima prueba de que la violencia sexual se sigue practicando sin cortapisas. El debate en torno al sexismo prevalente es vivido por muchas mujeres como si fueran las protagonistas de la película "Atrapado en el tiempo”, titulada "El día de la marmota” en algunos países. Esa es la comedia en la que un hombre, interpretado por Bill Murray, se acuesta a dormiar y cuando despierta siempre es el mismo día… Las feministas despertamos todos los días sólo para percatarnos de lo poco que ha evolucionado la consciencia sobre el sexismo y sus secuelas: "¿Sexismo? ¿Acaso hay sexismo todavía?” Esa es una experiencia frustrante, en nada parecida a la de Murray en la película… Por cierto, Murray es otra estrella conocida por haber golpeado a su exesposa.
El sexismo es como el smog
Cuando nos referimos al sexismo cotidiano no estamos sugiriendo que todos los hombres sean unos abusadores, sino que nuestro día a día está marcado por nociones y hábitos sexistas, llevados a la práctica también por mujeres e infantes. El sexismo es como el smog: algunos lugares y algunos grupos humanos están más expuestos a los gases contaminantes que otros sitios y personas, pero, al final, todos nos vemos afectados por ellos. La violencia sexual brota de una sociedad sexista que tiende a no creerle a las mujeres cuando denuncian haber sido agredidas o violadas, que le atribuye a las víctimas una corresponsabilidad por la violencia sexual sufrida, y que define la masculinidad en función de la degradación de las niñas y las mujeres.
Si realmente deseamos ponerle coto a la violencia sexual debemos visualizarla en nuestro propio contexto social y analizar los factores que le permiten al sexismo prosperar tan fácilmente. En materia de género, los estereotipos terminan perjudicándonos a todos de las maneras más diversas. Esos estereotipos son apuntalados por los roles tradicionales que nos impone la sociedad a las mujeres y a los hombres desde que nacemos. Esos roles consolidan estructuras de poder y les inculcan a las niñas que los niños son agresivos "porque sí”, en lugar de enseñarle a los pequeños que no tienen por qué ser violentos.
Anne Wizorek autora, activista y asesora independiente en medios digitales radicada en Berlín. Fue ella quien puso a circular en Twitter la etiqueta #aufschrei (#grito) en 2013, el primer hashtag en ser condecorado con el premio Grimme Online. Su aporte: haber dado pie a un debate en las redes sociales sobre el sexismo cotidiano en Alemania. En su libro "Porque un #grito no es suficiente: por un feminismo de hoy”, Wizorek propuso una agenda feminista al día con los tiempos. Wizorek también colabora con el Gobierno en la preparación del segundo reporte sobre igualdad de género en Alemania.
Autora: Anne Wizorek