Opinión: nunca es tarde para disculparse
11 de mayo de 2016¿Tenían que pasar 71 años para que un presidente estadounidense en funciones estuviera dispuesto a visitar Hiroshima? No se trata de ofrecer disculpas en nombre de la última superpotencia -eso lo descaró a priori la Casa Blanca- sino simplemente de visitar el lugar donde se conmemora a las primeras víctimas de una bomba atómica. No obstante, es un gesto simbólico. Pero nada más. No es que Obama viaje especialmente para ello, pues su visita a Japón la realiza para asistir a la cumbre del G7. En vez de ofrecer disculpas, Obama quiere -junto al premier japonés Shinzo Abe- hacer una declaración "por la paz y la seguridad en un mundo sin armas atómicas".
El secretario de Estado de Obama, John Kerry, le mostró cómo hacerlo a comienzos de abril, cuando asistió a la ceremonia de conmemoración anual en Hiroshima en su calidad de ministro de Exteriores de Estados Unidos. De su parte no hubo ninguna palabra de disculpa, sólo una mirada seria. Y como le queda en el camino a Japón, Obama también visitará brevemente Vietnam, un antiguo enemigo de guerra. Tampoco allí se ocupará del pasado, sino del futuro, pues Obama hablará de la ampliación de las relaciones bilaterales.
71 años, dos visitas, ninguna disculpa. ¡Me parece vergonzoso! Cada país sabe cómo se enfrenta con su pasado, pero estoy contento de que los alemanes hayamos asumido nuestras culpas. Esa declaración de culpabilidad era indispensable para luego ofrecer disculpas y solo así era posible una reconciliación. Eso puede ser visto como debilidad, pero cuando Willy Brandt se arrodilló en Varsovia en señal de arrepentimiento yo siempre lo consideré una poderosa señal de fortaleza.
Requisito para la reconciliación
Ahora nadie espera que Obama se postre frente a las víctimas del bombardeo atómico. El alcance de las atrocidades nazis no son comparables con el bombardeo atómico. Sin embargo, durante su visita a Hiroshima, Obama debería disculparse por el daño ocasionado. El uso de las armas nucleares fue un crimen que tampoco se justifica con el argumento de que, sin ese ataque, la guerra en el Pacífico habría durado mucho más y muchas personas inocentes habrían muerto con una invasón.
Quizás así sea, pero incluso en tal caso el uso de armas nucleares es condenable. Tras Hiroshima, el bombardeo sobre Nagasaki fue para probar armas y demostrar poder frente a Japón, pero sobre todo frente a Rusia. Aquí la superpotencia de Estados Unidos se permitió jugar con su músculo nuclear y poner en marcha un espiral de rearme atómico, cuyos efectos todavía se pueden sentir. Es admirable que Obama junto al primer ministro japonés Abe quiera abogar “por la paz y la seguridad de un mundo sin armas nucleares”. Pero justamente Estados Unidos desencadenó esa maldición con los primeros bombardeos atómicos hace 71 años.
Japón también debe disculparse
Obama debería asumir esa deuda histórica en Hiroshima. Al fin y al cabo, al término de su mandato, el Premio Nobel de la Paz -sí, no lo olvidemos- no tiene mucho que perder. Sí ganaría, en cambio, el reconocimiento internacional, pues una disculpa sería también una señal de fortaleza. Lo mismo vale para el premier japonés, quien tampoco ha ofrecido disculpas a sus vecinos por los crímenes cometidos durante la guerra imperial. Una admisión de la culpabilidad sería también requisito previo para una disculpa, sin la cual es imposible una auténtica reconciliación con Corea del Sur y China.