Opnión: Republicanos, solo unidos contra el enemigo
22 de julio de 2016
El proceso que los demócratas y los republicanos ponen en marcha para elegir a sus respectivos candidatos presidenciales es brutal. En el seno de los dos grandes partidos de Estados Unidos, aquellos que aspiran a ocupar la Casa Blanca recorren la extensa geografía de ese país durante meses y combaten a sus propios correligionarios sin compasión. En esos enfrentamientos se evidencian pocos escrúpulos. En ese sentido, los de este año cayeron al punto más bajo, de eso no hay duda. Hasta sobre el tamaño de los genitales masculinos se debatió frente a las cámaras.
Festín de la reconciliación
De esas contiendas, ni los vencedores salen ilesos. De ahí la importancia de los congresos que organizan los demócratas y los republicanos; su función principal es volver a unificar al partido, apaciguando a los políticos que lucharon entre ellos por el liderazgo. Las posiciones extremas a las que recurrió el ganador para sobresalir durante la campaña son matizadas en esos encuentros para obtener el respaldo de la mayoría de sus congéneres. En esos festines de la reconciliación, el triunfador aspira a recibir el respaldo de sus adversarios de cara a los comicios presidenciales.
Pero el más reciente congreso del partido republicano, celebrado en Cleveland, fue uno muy singular.
Para empezar, su candidato presidencial, Donald Trump, convirtió a los 2.500 delegados y a los 15.000 representantes de la prensa internacional en meros espectadores de un bombástico festival en torno a su figura. Omnipresente anfitrión, Trump llegó transportado por un helicóptero; una pantalla dorada emitió mensajes transmitidos desde la Torre Trump; su esposa y sus hijos subieron a la tarima para que no pasara un minuto sin que un miembro de la familia le dijera al mundo lo exitoso, fuerte y fenomenal que es el nuevo “hombre fuerte” de los republicanos.
Entretenimiento sin contenido
En esa gala no quedó espacio para discutir su programa de gobierno. ¿Por qué ofrecer contenido cuando sobra el entretenimiento? No todos los republicanos celebran este nuevo giro. Muchos de ellos ni siquiera asistieron al evento de este engreído empresario que no hace esfuerzo alguno en adaptarse a las costumbres del partido que ahora representa y que, al contrario, secuestró a la formación republicana justo cuando se creía que el peligro había pasado. La familia Bush brilló por su ausencia. Y John McCain tampoco parece haberle perdonado a Trump sus descalificaciones.
Ted Cruz se distancia
Uno que sí aceptó la invitación al congreso fue el senador de Texas Ted Cruz, quien habló mucho más de lo previsto, pero sin articular las palabras que todos esperaban: “Yo apoyo a Donald Trump”. Más tarde, después de abandonar el escenario, abucheado por la audiencia, Cruz explicó que no le perdonaba a Trump el haber ofendido a su esposa y a su padre… Para Trump, ese desaire es de lo más oportuno. Y es que, al tercer día, el congreso republicano resulta más bien aburrido. La indignación que causó el discurso de su esposa –copiado de uno pronunciado por Michelle Obama– está perdiendo fuerza.
Los periodistas empiezan a hacer su trabajo y a preguntar si Trump tiene otros planes, aparte de construir un muro en la frontera de Estados Unidos con México. También los delegados se están impacientando; ellos perciben que no hay mucho más detrás del narcisista que gira en torno a su propio eje y temen que eso perjudique los esfuerzos de los republicanos por regresar a la Casa Blanca.
Cerrando filas
En el cuarto día del congreso, a muchos les hizo bien dirigir su frustración y su ira contra el “traidor” Ted Cruz. Algunos entienden su posición desde una perspectiva humana, pero la mayoría proyecta sus preocupaciones sobre el desmoronamiento del partido en el orgulloso texano. De hecho, al final, es la afrenta de Cruz lo que contribuye a que muchos cierren filas para respaldar a Trump. La inminente nominación de Hillary Clinton como candidata presidencial de los demócratas tuvo el mismo efecto sobre los republicanos.
Aunque pocos republicanos simpatizan realmente con la personalidad, las ideas políticas y la retórica de Trump, muchos de ellos están unidos por su odio hacia Clinton. De momento, los republicanos no parecen tener ningún otro denominador común. El suyo es un partido unido únicamente por su enemigo.