Opinión: Turquía puede asumir un papel constructivo en Siria
21 de septiembre de 2018En Idlib se ganó tiempo, pero la catástrofe sigue pendiendo sobre esa provincia siria. Un baño de sangre en esa región no era la señal que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, quería enviarle al mundo, faltando tan poco para la Asamblea General de las Naciones Unidas, que comenzó esta semana. Fue por eso que, el pasado lunes (17.9.2018), cedió a la presión de su homólogo turco, Recep Tyyip Erdogan, y acordó con él la creación de una zona desmilitarizada de veinte kilómetros a lo largo de la frontera que divide al último bastión de los rebeldes del territorio dominado por las fuerzas leales al hombre fuerte de Damasco, Bashar al Assad. Claro, Moscú necesita a Ankara para conseguir sentar a una parte de la oposición siria en la mesa de negociaciones cuando llegue la hora de definir el orden de posguerra.
¿Depondrán sus armas los rebeldes?
El resultado de las conversaciones sostenidas durante cinco horas en Sochi demuestra que Turquía sí puede jugar un papel constructivo en Siria y asumir responsabilidades en Idlib. Ahora tiene cuatro semanas para llevar a la práctica lo que Erdogan se comprometió a hacer: persuadir a los rebeldes de deponer las armas pesadas y poner fin a la lucha emprendida contra el régimen de Assad y sus aliados, Rusia e Irán.
Muchos de los aproximadamente 50.000 combatientes que forman parte de grupos no extremistas estarán dispuestos a hacerlo. Quienes no lo estén, deberán abandonar la provincia de Idlib. El único lugar al que podrían desplazarse es la zona administrada por Turquía que está alrededor de Yarábulus; ésta es una ciudad siria ubicada al oeste del río Éufrates, cerca de la frontera con Turquía. Aún allí, esos combitientes seguirán siendo un peligro. El grupo terrorista Frente Nusra (Hay‘at Tahrir al Sham), cercano a Al Qaeda, ya anunció una vez que su enemigo será todo aquel que le exija bajar las armas. De ahí que no se pueda descartar la perpetración de ataques terroristas en suelo turco, atribuibles a un Frente Nusra ávido de venganza.
La creación de la zona desmilitarizada en cuestión le brinda a Turquía una oportunidad que, sin embargo, entraña riesgos: Turquía está erigiendo doce puestos de observación militar en Idlib y, con eso, aumenta su presencia en el norte de Siria. Si Siria llega a desintegrarse como Estado, Turquía aspiraría a quedarse con una parte de su territorio. Putin debe haber previsto ese escenario en Sochi y por eso rechazó la pretensión de Erdogan de establecer una zona de exclusión aérea sobre Idlib: hasta nuevo aviso, sólo los aviones de combate ruso pueden surcar el cielo sobre Idlib.
Soldados turcos, ¿entre dos frentes?
En los puestos de observación militar turcos ya están estacionados más de 10.000 soldados turcos bien apertrechados. Su misión es, por un lado, repeler a los rebeldes para que no ataquen el área dominada por el oficialismo sirio y, por otra parte, contribuir a defender la línea fronteriza. No obstante, es muy probable que Turquía no consiga desarmar a todos los combatientes adversos al régimen de Assad y eso puede servirle a Rusia para justificar nuevos ataques contra Idlib. Después de todo, Assad enfatizó que el acuerdo turco-ruso de Sochi tenía fecha de vencimiento. De ser así, los soldados turcos corren el peligro de quedar atrapados entre dos frentes y en medio de una guerra que los obligaría a disparar contra militares rusos.
Por ahora se ha ganado tiempo en una guerra cuyos protagonistas solían estar convencidos de que perpetuar los enfrentamientos armados era más ventajoso que sentarse a negociar.
Autor: Rainer Hermann (ERM/CP)
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