Opinión: Un cambio esperanzador en Colombia
12 de marzo de 2018Los colombianos adoran su Congreso, adoran insultarlo. Todos los posibles males del país son atribuidos a ese presunto "nido de ratas", ocupado por "los mismos de siempre" que, vaya sorpresa, los mismos colombianos llevan eligiendo y reeligiendo, por más de medio siglo.
Comicios tras comicios, la mayoría de los 36 millones de electores colombianos prefiere entonces no votar en la creencia de que castiga a los corruptos. Y muchos de los que van a las urnas, venden su voto a los depredadores de los dineros públicos por algún plato típico regional, servido en vasija de plástico. Y luego comienzan otros cuatro años de insultos a los políticos elegidos.
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Pero en estas elecciones legislativas del 11 de marzo de 2018 hay señales de cambio, que es aún poco, pero decisivo. A pesar de la vergonzante cifra de 80 candidatos investigados por corrupción, los electores colombianos están empezando a tomar la política más en serio, gracias a la ausencia de la guerra.
Fecha histórica: la derrota de la guerrilla, por vía democrática
El real y mayor triunfo de esta jornada electoral fue que FARC hubiera podido someterse al escrutinio público, por primera vez en medio siglo. Muchos exguerrilleros votaron, por primera vez en sus vidas. Antes estos le impedían votar con las armas a los campesinos. Y otros electores, que siempre aborrecieron la lucha armada, pudieron votar por FARC. Su respetable decisión.
Para esto se hizo el Acuerdo de Paz. Su bienvenida a la política también incluye un aterrizaje forzoso a la realidad: solo 52.532, de más de 36 millones de colombianos, creen en FARC, que no ganó un solo escaño, por esfuerzo propio, más de los 5 garantizados en la Cámara de Representantes y 5 en el Senado. FARC apenas sacó el 0,34 por ciento del 3 por ciento del umbral necesario para entrar al Congreso.
Con esto se demostró que el tal "castrochavismo" de la FARC es solo un arma del miedo difundido por quienes no tienen propuestas de futuro para Colombia. ¿Y en dónde quedaron los presuntos millones del narcotráfico con que FARC se iba supuestamente a tomar el Congreso para convertir a Colombia en otra Venezuela? Otra mentira para descalificar, no solo a FARC, sino a toda la izquierda democrática en Colombia.
Santos pierde, la paz gana
La ineptidud de Juan Manuel Santos de cautivar a las masas le propinaron la derrota pronosticada a su partido de la U. Si bien el cumplimiento del Acuerdo de Paz seguirá siendo obstaculizado en el Congreso, una amplia coalición de partidos la seguirá defendiendo. El curso lo definirá el próximo presidente.
Aunque el partido ganador de esta jornada fue el derechista Centro Democrático, impulsado por su fundador, el expresidente y senador Álvaro Uribe, en Colombia, a pesar de la polarización -orquestada tanto por la derecha, en cabeza del mismo Uribe, como por la izquierda, en cabeza de Gustavo Petro-, el hecho más esperanzador del cambio de actitud de los electores colombianos es su voto por los políticos de centro, lejanos a las élites de poder, lejanos a los aberrantes robos del erario público, al populismo de los Mesías tropicales.
Gracias a los jóvenes colombianos que votaron este 11 de marzo, miles por primera vez en sus vidas, y que han ejercido su derecho lejos de las prácticas serviles de la generación de sus padres, que creían que una beca para sus hijos solo se conseguía a cambio de regalar su voto a un cacique regional, la Alianza Verde, por ejemplo, duplicó su número de parlamentarios. Parlamentarios como Angélica Lozano han sido elegidos como los mejores, durante tres años consecutivos.
Su líder, el exalcalde de Bogotá, Antanas Mockus, un verdadero estandarte de la decencia en Colombia, obtuvo la segunda mayor votación. Mockus, como otros políticos viejos y jóvenes, son un orgullo. Entre ellos Sergio Fajardo, candidato a la presidencia por Coalición Colombia, otra muestra de que en este corrupto país ahora sí hay políticos por quien votar, lejos de los gamonales que compran votos y conciencias.
Sí. A este Congreso regresan demasiados corruptos. Aún así, en Colombia está cambiando algo. Los partidos tradicionales, sostenedores de la maquinaria del poder corruptor durante 70 años, están siendo sustituidos por movimientos que sí quieren aplicar la letra de la Constitución: hacer de Colombia una democracia para todos y todas.
José Ospina-Valencia (VT)
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