Opinión: Ambiente envenenado en Río
10 de agosto de 2016En el podio rige una guerra fría. Durante una rueda de prensa, las nadadoras estadounidenses Lilly King y Katie Meili estuvieron sentadas junto a su colega rusa Yulia Efimova, a quien ni se dignaron a mirar. No hay conversaciones triviales ni apretones de manos. Al estadio acuático ha llegado la era de hielo.
“A atletas que ya hayan sido atrapados no deberían permitirles competir. Entiendo, igualmente, que mi opinión aquí es irrelevante”, dijo King, refiriéndose claramente a Yulia Efimova. Efimova, en su corta carrera, ya fue vetada (16 meses) por tomar esteroides y, este año nuevamente, por usar meldonium. A pesar de que la Federación Internacional de Natación vetó a la atleta de 24 años, proveniente de la ciudad de Grozni, y el Comité Olímpico Internacional intentó impedir que participase en los Juegos Olímpicos de Río, Efimova participa hoy, ya que el Tribunal de Arbitraje Deportivo anuló una regla del Comité que habría vetado de las Olimpiadas a todos los atletas rusos que en algún momento hayan dado positivo en dopaje. En breve: la situación es un terrible desastre.
Veneno para el ambiente de los Juegos Olímpicos
Las mismas autoridades del deporte se han enredado en la entramada espesura de sus propias reglas. Y al parecer, nadie sabe como salir del enredo. Esta situación viene a suceder justamente durante el evento deportivo más grande de todos. ¡Qué desgracia! La impotencia de la llamada “familia olímpica” se puede apreciar hoy, sobre todo, en el estadio acuático.
Efimova fue abucheada por el público antes de que iniciara la competencia. Y aún así, logró llevarse la medalla de plata en los 100 metros braza. No obstante, la reacción del público la desconsoló, y en lágrimas se fue hacia los camerinos. Después de la ceremonia de entrega de las medallas tuvo que asistir a la obligatoria rueda de prensa y dar declaraciones. “Hoy fue realmente difícil nadar”, dijo en medio de lágrimas. “Es perturbador cuando la política irrumpe en los deportes. Tal vez ciertos poderes quieren dañar a Rusia y están utilizando a los atletas para este cometido”.
Está claro que estas no son más que teorías conspirativas. El sistema de dopaje a nivel estatal en Rusia está bien documentado. Sin embargo, el caso de Efimova demuestra la realidad a la que, autoridades deportivas, han sometido a los atletas. La desconfianza reina y envenena el ambiente de los Juegos.
El medallista australiano olímpico de oro, Mack Horton, declaró que no tenía tiempo para “hacer trampa con drogas”, en referencia a Sung Yang, de China, quien ganó oro en los 200 metros estilo libre. Sung Yang también fue abucheado. La razón: en 2014, dio positivo en drogas para mejorar el rendimiento. Tan solo recibió un irrisorio veto de tres meses, y en pretemporada.
Tiempo para normas comunes
Son decisiones como éstas las que han hecho gran daño al deporte. El Comité Olímpico Internacional, el organismo encargado de promover el olimpismo en el mundo y coordinar sus actividades, y hasta otras agencias antidopaje, trabajan de manera aleatoria, pasándose las responsabilidades entre ellos. Esto solo crea y refuerza el ambiente generalizado de desconfianza.
Paul Biedermann, nadador olímpico alemán, dio justo en el clavo cuando dijo: “No hay que culpar al atleta, sino al sistema”. Y tiene razón. Hoy, la lucha mundial contra el dopaje es una lotería. Nadie puede decir que es lo que sucederá. En los Juegos Olímpicos les han permitido a casi todos los atletas rusos participar, mientras que en los Paraolímpicos, a ninguno. Es tiempo de tener un unificado conjunto de normas, de tener acciones concretas y de tener una verdadera autoridad independiente que sea responsable de lidiar con el problema del dopaje en todos los deportes, en vez de solo hablar al respecto.