Si es viernes en la Casa Blanca, es una buena oportunidad para una reorganización del personal. Fue un viernes del mes pasado cuando se anunció la salida de Sean Spicer. Fue el viernes siguiente que el jefe de gabinete Reince Priebus fue expulsado de su cargo. Y fue este viernes que el principal estratega de Trump, Steve Bannon, se vio obligado a salir.
A pesar de que las tres salidas hayan involucrado a personal de alto rango de la Casa Blanca y se hayan producido un viernes, existe al menos una diferencia importante entre Spicer, Priebus y Bannon. A diferencia de los primeros dos, Bannon, para empezar, nunca debió haber estado en la Casa Blanca.
Tanto Spicer y Priebus fueron, por diferentes razones, un desastre en sus respectivos cargos como portavoz y jefe de personal de Trump. Pero uno podría, por lo menos, entender por qué ambos entraron al círculo interno del presidente: tanto Spicer y Priebus habían sido figuras principales con trayectorias similares en el Partido Republicano. Además, sirvieron, para bien o para mal, como un importante puente institucional entre la Casa Blanca y el Gran Partido Viejo.
Nacionalista en la Casa Blanca
Bannon, en cambio, no fue ni lo uno ni lo otro. No solo carecía de una estrecha relación con el Partido Republicano, sino que en el pasado ha expresado repetidamente su desdén por este y su establecimiento; un sentimiento que lo conecta con Donald Trump. Pero aún más, y mucho peor que su desdén por el sistema, Steve Bannon puede ser visto como un vínculo entre la Casa Blanca y el llamado movimiento "alt-right" (derecha alternativa), que jugó un papel destacado en la violenta marcha de la extrema derecha el pasado fin de semana en Charlottesville que dejó una persona muerta.
Bannon, que encabezó el sitio web conservador Breitbart antes de dirigir la campaña presidencial de Donald Trump, no solo dijo que había convertido a Breitbart en una plataforma para la "alt-right", sino también ha declarado ser orgullosamente nacionalista. Durante la campaña, y desde que se convirtió en el principal asesor estratégico de Trump, Bannon posiblemente dirigió al presidente hacia una agenda contra los inmigrantes, contra los musulmanes y contra el comercio.
El desventurado veto migratorio de Trump –la dura postura de su Administración contra inmigrantes indocumentados– y la política comercial de Trump llevan la marca de Bannon. Cuánto de esto realmente fue evocado por él y sus aliados en la Casa Blanca es difícil de decir, pero por lo menos Bannon era un amplificador de los propios impulsos negativos del presidente. Como mínimo, Bannon fue un demagogo voraz y agitador que elevaba el nacionalismo y la xenofobia en la Casa Blanca.
Operador despiadado
No obstante, Bannon no fue solo un ideólogo nacionalista dentro de la Casa Blanca, sino también un infame despiadado en la siempre engañosa Administración de Trump. Bannon se empeñó en hacer avanzar su agenda y contrató a antiguos empleados de Breitbart para que lo ayudaran. Y más que eso, también trató de expulsar a la gente que se oponía a sus puntos de vista. El miércoles, Bannon, en una intrigante entrevista con una revista progresista, no solo contradijo abiertamente la política del presidente Trump con Corea del Norte, sino que también se jactó de que se libraría de Susan Thornton, una alta funcionaria del Departamento de Estado.
Es difícil de decir si la entrevista apresuró la salida de Bannon, ya que parece haber diferentes versiones de lo que sucedió; una ocurrencia frecuente en la Administración de Trump. Pero dado que la especulación de la inminente expulsión de Bannon había circulado durante semanas y había ganado fuerza desde que John Kelly se convirtió en jefe de Gabinete de la Casa Blanca, la entrevista pudo haber sido la gota que rebosó la copa.