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Opinión: Cinco años del "Papa del Fin del Mundo"

13 de marzo de 2018

El Papa Francisco cumple cinco años en el cargo. Admirado, pero también criticado, es un Papa que tocó el corazón de la gente y cambió a la Iglesia Católica, opina Christoph Strack.

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El Papa Francisco en Trujillo, Perú. (20.01.2018).
El Papa Francisco en Trujillo, Perú. (20.01.2018).Imagen: picture-alliance/dpa/Agentur Andina/J. C. Guzmán

El "Papa del Fin del Mundo”: así se autodefine Francisco. Los cardenales reunidos en el cónclave buscaron al nuevo obispo de Roma "casi al otro lado del mundo”, dijo en la tarde del 13 de marzo, durante su primera aparición pública.

De Buenos Aires a Roma. Pocos cardenales tuvieron que viajar tanto como el arzobispo Jorge Mario Bergoglio para llegar a destino. Y eso también fue una señal: con la elección de Bergoglio, la Iglesia Católica se despidió de un eurocentrismo de varios siglos.

Francisco y su otredad

Christoph Strack, de DW.
Christoph Strack, de DW.Imagen: DW

Alguien que llega desde el otro lado del mundo ve, naturalmente, las cosas de otro modo. Es más escéptico, más crítico, más relajado y también más irónico consigo mismo. A pesar de vivir en la central del catolicismo Francisco, de 81 años, se siente cercano a otros "fines del mundo” y nombra a cardenales de regiones en crisis, o de la islas del Pacífico, además de buscar abiertamente la cercanía de quienes viven al margen de la sociedad. En 2019 lleva el sínodo a la Amazonía porque, según él, "la Iglesia ya no llega a la gente".

Luego de asumir su cargo, lo que más entusiasmaba al verlo era justamente su "otra” forma de ser, en comparación con sus antecesores más recientes. Es como si hubiera querido decir: "Miren: el Papa también es un ser humano”. Algunos pensaron que era teatro; otros, que era narcisismo. Todo eso puede tener algo de verdad, pero se queda demasiado corto al tratar de definirlo. El concepto clave del papado de Francisco es la "misericordia”, un término que él toma del discurso eclesiástico para darle nueva vida. Como un profeta, Francisco conmueve a los que están al margen de la sociedad: a los lisiados, a los desesperados, en escenas que, vividas de cerca, dejan a cualquiera sin habla.

No importa cuánto tiempo más guíe Francisco a la Iglesia Católica, ya que esta nunca volverá a ser la misma. La dejó marcada por la espiritualidad y en profunda conmoción. Si la iglesia realmente quiere ser un espacio de sanación para las personas, y no solo para un puñado de supuestos iluminados, tiene que cambiar. Y el hombre del fin del mundo es el impulso que da lugar a un nuevo comienzo. Ya no habrá vuelta atrás.

A pesar de eso, el cardenal de la curia Robert Sarah, uno de los líderes de la oposición a Francisco, responsable de los sacramentos y la liturgia, lleva a cabo actualmente una cruzada a favor de volver a dar la comunión en la boca, arremetiendo contra los católicos que quieren recibirla en la mano. Y resulta que, para Francisco, lo importante no son esas cuestiones formales, sino la avidez por recibir la comunión. Las formalidades no son parte central de su visión.

Advertencias dramáticas

Sin embargo, hay que hacer una aclaración: Francisco no es un reformador de la Iglesia que simplemente quiere acabar con los valores establecidos. No es conservador ni liberal; no es de derecha ni de izquierda. Más allá de esos encasillamientos, intenta actuar desde el centro de la fe, y no tiene reparo en hacerlo codo a codo con judíos ortodoxos, obispas protestantes o musulmanes.

Francisco con una mujer indígena en Puerto Maldonado, Perú.
Francisco con una mujer indígena en Puerto Maldonado, Perú.Imagen: Reuters/H. Romero

Para los políticos del mundo, Francisco es aquel que los exhorta a cambiar las cosas, a veces de manera drástica y severa, y a menudo estimulando a los responsables a actuar con valor. Sus apariciones en el Parlamento y el Consejo Europeo, en Estrasburgo, ante el Congreso de EE. UU., en Washington, o ante la Asamblea General de la ONU, en Nueva York, pasarán a la historia como momentos estelares, con sus discursos de oposición a la realidad política del momento. Solo basta recordar sus repetidas menciones de una "tercera guerra mundial” en ciernes.

Una denuncia, más clara imposible, del sufrimiento de millones de personas en conflictos armados en el mundo entero, y de una brecha económica que crece de manera imparable, junto con la pobreza. También allí su motor es la misericordia, justamente porque, a su manera, es una figura espiritual, pero también siempre política. Ese es el mensaje que trajo Francisco desde el fin del mundo.

Autor: Christoph Strack (CP/EL)

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