Opinión: Comparación fatal
22 de octubre de 2015La situación en Cercano Oriente es más que tensa. También entre Israel y los palestinos. Allí, el conflicto se recrudece. Jóvenes palestinos atacan a israelíes de forma indiscriminada y el Ejército responde con toda la dureza de la que es capaz. La seguridad de sus ciudadanos es el bien más preciado para las esferas política y militar de Israel.
¿Hacia la tercera Intifada?
Pero aumenta enormemente el nerviosismo. Porque, por un lado, incluso el extraordinariamente eficiente servicio secreto israelí y su bien equipado Ejército son impotentes ante los ataques indiscriminados con cuchillos. Por el otro, porque israelís y palestinos están abocados irremediablemente a una tercera intifada, también porque el presidente palestino, Mahmud Abás, apenas tiene autoridad entre los jóvenes y deja que los acontecimientos vayan a la deriva. Un cúmulo de funestas circunstancias.
El Gobierno alemán y John Kerry, encargado de los asuntos exteriores de EE.UU., se han esforzado en Berlín por contribuir a rebajar la tensión en Cercano Oriente. ¿Con éxito? Nadie se atrevería a afirmarlo, pues ya antes de la partida de Benjamín Netanyahu a Berlín, quedó patente su nerviosismo. El primer ministro israelí aseguró que fue el gran muftí palestino de Jerusalén quien incitó a Hitler a principios de la década de los 40 a exterminar a los judíos. Según Netanyahu, Hitler solo pensó en expulsarlos, no en eliminarlos.
Pero la historia no es inequívocamente blanca o negra, sino que la mayoría de las veces es de un gris sombreado. Sin lugar a dudas, Amin al Husseini, el gran muftí de Jerusalén, odiaba a los judíos. No los quería en Tierra Santa y rechazaba que Palestina fuera su hogar, como vagamente les prometía el tratado de paz de Sèvres después de la Primera Guerra Mundial. Las consecuencias: excesos de violencia en los territorios palestinos.
Esperanzas frustradas
Cierto: el gran muftí odiaba a los judíos sin reservas. Por otro lado, Adolf Hitler ya describió su odio por los judíos en Mi lucha. Hitler quería exterminarlos de Alemania y de Europa. Fue responsable de haberlo llevado a cabo en Auschwitz, Treblinka y Majdanek, así como en Bergen-Belsen, Buchenwald o en el gueto de Varsovia. No necesitó para ello ni al gran muftí ni a sus ánimos.
Naturalmente que el primer ministro israelí sabe esto. Netanyahu escogió esta histórica comparación fatal por otro motivo: trazar una gran línea de trayectoria palestina que iría desde el gran muftí hasta Abás, una tradición de odio hacia los judíos que iría contra Israel. Eso conecta ampliamente con el sentir de muchos israelíes y justifica, desde su punto de vista, la negativa a adquirir compromisos y aceptar ofertas de negociación. De esta manera, Netanyahu impulsa la escalada del conflicto y frustra hasta la más pequeña esperanza de paz o de alto el fuego en Cercano Oriente.