Sin consecuencias
1 de junio de 2016Por supuesto que no hay nada que decir en contra si el Bundestag llama genocidio al genocidio cometido contra los armenios. La única pregunta es: ¿Por qué lo hace? ¿Hay alguna razón? ¿Aparte de la moral, o la arrogancia alemana? No, verdaderamente no hay ninguna.
Entender el genocidio como genocidio, comprenderlo, percibirlo y ordenarlo históricamente es cosa de los turcos. Ellos son los que tienen que enfrentarse a su historia y a su pasado. Ellos son los que deberían traducir al turco la conmovedora novela de Franz Werfels “40 días de Musa Dagh”, sobre el martirio de los armenios durante la Primera Guerra Mundial a manos del Imperio Otomano. Deberían incluirla en las lecturas escolares si es que quieren enfrentarse a su historia. Pero desde luego no es una tarea del parlamento alemán –ni la de los partidos que hablan en nombre de todos los alemanes- hacerse cargo de las tareas que le corresponden a los turcos y a los representantes de la política turca. Esto no es solo arrogante, sino también presuntuoso. Es una interferencia en los asuntos internos de un país. Es cruzar una frontera.
¿Cuándo apelar a la moral, y cuándo no?
A saber: aquí no se trata de la moral, sino de la posición alemana. A medida que los alemanes se han ido enfrentando a su pasado, al Tercer Reich, a la Segunda Guerra Mundial y, especialmente, al asesinato en masa de judíos europeos, esto se ha convertido en un ejemplo para muchos países. Y es que es una forma de tener presente, aceptar y comprender la rotura social que provocó el Tercer Reich como un legado, como una deuda del pasado alemán.
Si pensamos que los turcos deben hacer lo propio, la tarea corresponderá a historiadores, científicos, politólogos y expertos, sobre todo alemanes y turcos. Pero el Bundestag, desde luego, no es el lugar. ¿O es que pronto también condenaremos el estalinismo, el maoísmo, el régimen de los Jemeres Rojos y la Guerra de Vietnam como crímenes contra la humanidad?
¿Cuándo nos conviene apelar a la moral, y cuándo no? Y, sobre todo, ¿qué se persigue? ¿Suspender las relaciones con estos países hasta que hayan reconocido su pasado? No: la resolución del Bundestag –al igual que la de la Asamblea Nacional francesa hace unos años- es un gesto moral honorable. Pero es presuntuoso, arrogante y, peor aún, no tendrá consecuencias. La diplomacia no es una competición moralmente decente. Es el manejo prudente y racional de las relaciones entre Estados. Ni más, ni menos.