Opinión: debe mantenerse el secreto médico profesional
31 de marzo de 2015A una semana de la catástrofe aérea en los Alpes franceses, parece haber llegado la hora de los “disparos rápidos”: el accionismo a cualquier costo. Luego de que fuera dado a conocer que un médico documentó la amenaza de suicidio que durante años siguió al copiloto Andreas Lubitz, se multiplican las voces que piden el levantamiento de la confidencialidad médica. Sería la vía equivocada. Sin el principio de confidencialidad, no podría haber una relación de confianza entre médicos y pacientes. Solamente una confidencialidad absoluta puede garantizar que el paciente se manifieste abierta y honestamente acerca de sus preocupaciones, sus necesidades y sus dolores.
Esto es aun más importante en lo que se refiere a los médicos de cabecera, aquellos que son buscados y seleccionados por los propios pacientes. Nadie debería esperar que este médico de confianza elabore informes a empleadores.
Las excepciones bastan
Independientemente de lo anterior, actualmente existen numerosas excepciones al principio de confidencialidad médica. Por ejemplo, en la prevención de riesgos: si un médico sabe que alguno de sus pacientes tiene la intención de conducir su auto bajo los efectos de anestésicos, el galeno debe romper la confidencialidad y alertar a la policía. Un piloto suicida que insista en seguir volando caería naturalmente en esta categoría. Pero primero, el médico debería saber qué profesión practica el paciente. Y también, qué tan agudo es realmente el peligro de que cometa suicidio. Es por eso que los médicos que por encargo de las empresas examinan la capacidad de los empleados para llevar a cabo sus funciones también están obligados a respetar la confidencialidad. En sus reportes, estos especialistas deben limitarse a declarar si el paciente examinado es apto –o no- para ejercer determinada profesión.
El médico de empresa debe hacer un diagnóstico sobre el estado físico y mental del empleado. En el caso del copiloto de Germanwings, este no fue el caso. El paciente consiguió ocultar su padecimiento en la auscultación anual de la empresa.
¿Pacientes de cristal?
En todo caso, la solución a estos problemas no puede consistir en otorgar a otros médicos o a empresas el acceso a los datos recabados por el médico de cabecera. Para ello se requeriría obviamente una enorme base de datos, y un paciente tan “transparente” sería una pesadilla no solo para los protectores de los datos personales.
A fin de establecer de manera más segura la aptitud de pilotos, conductores de locomotoras, choferes de autobuses o ingenieros en las salas de control de centrales nucleares, la única solución sería realizar exámenes de control más exhaustivos. Éstos deberían incluir la auscultación psicológica. No vendrían sobrando los análisis de pruebas sanguíneas, urinarias y capilares a fin de buscar posibles rastros de estupefacientes o anestésicos. Así se podría determinar si las descripciones hechas por los pacientes a los médicos son precisas y concluyentes. Pero lo más importante sería que todo esto se realizara con un estricto respeto al principio de confidencialidad vigente.