El sucio y peligroso pacto de Europa con Turquía
19 de marzo de 2016El acuerdo con Ankara es una especie de triunfo político para la canciller alemana. Le concede espacio de maniobra en la política doméstica, al tiempo que une a la Unión Europea (UE). Su popularidad ha vuelto a subir en las encuestas, y ahora puede responder a los ataques de la derecha asegurando que el flujo de refugiados hacia Alemania ha sido efectivamente frenado. Además, recuperará su prestigio en la UE, pues logró salvar la unidad del bloque.
Alto precio
¡Qué precio paga Europa por este negocio con vidas humanas! La responsabilidad por la protección de la mayoría de los refugiados procedentes del Cercano Oriente y el Oriente Medio ha sido sencillamente traspasada a Turquía. Se trata de una “tercerización” política de la peor clase. En papeles, el presidente Erdogan se comprometerá a cumplir con sus obligaciones internacionales y reconocer los derechos de los refugiados, de acuerdo con la Convención de Ginebra. Pero, ¿desde cuándo el autócrata de Ankara cumple sus promesas?
La UE no tendrá influencia política alguna sobre él, en caso de que se le ocurra comenzar a devolver a esas personas a Siria o Irak, no importa que tal cosa esté explícitamente prohibida. Y lo mismo vale, si Erdogan los deja morir de hambre en las calles de Esmirna o Estambul. En cuanto se conceda la liberalización de visados –el más ardiente deseo turco−, los europeos no serán más que espectadores en este drama.
¿Una nueva realpolitik?
Quizás aún puedan criticar a los turcos, recordarles el recién firmado acuerdo, pero el sultán Erdogan sabrá ignorarlos con una sonrisa. Justo como ha ignorado hasta ahora todas las exhortaciones a que respete la libertad de prensa y los derechos de la oposición, o a que retome las conversaciones de paz con los kurdos.
Europa ha entregado a Turquía su responsabilidad con los derechos fundamentales de los refugiados. Y eso costará credibilidad y prestigio internacional. ¿Cómo podrá la UE, en el futuro, hablar de derechos humanos y valores democráticos con los autócratas y dictadores de este mundo, si ella misma ofrece tan lamentable imagen y se hace tan vulnerable?
La UE perderá dos de sus más preciados bienes políticos: su llamado soft power, o poder blando, y su credibilidad. Y el motivo de tan lamentable espectáculo no es sino su incapacidad de sobreponerse a los egoísmos nacionales y el miedo a la derecha populista. Si esta es la nueva realpolitik –una, que no duda en pactar con el diablo, en caso de urgencia−, estamos entonces ante una fuerza que destruye lo que debería conservar.
¿Misión cumplida?
Con este pacto, el presidente Erdogan gana reconocimiento político para su rumbo antidemocrático. Aleja cada vez más a su país de Europa y, aún así, puede congratularse con la fingida reanudación de las negociaciones para la ampliación de la UE. Su retroceso hacia una dictadura en toda regla será difícil de parar, al menos por parte de la UE.
Europa, por su parte, se convierte en una fortaleza, inalcanzable para muchos refugiados. Algunos dirán que los líderes de la UE han cumplido así su encargo. Otros, se quejarán de la pérdida de humanidad y derechos fundamentales. Eso, aparte de los problemas prácticos para la implementación de este acuerdo y de sus huecos legales: en el futuro nos perseguirán imágenes de refugiados sirios varados en la frontera con Turquía, de iraquíes o afganos en vana búsqueda de protección. La crítica de las organizaciones de derechos humanos sigue en pie: este pacto es peligroso, ilegal e inhumano.
Para aprender: aquí puede Usted leer la versión original de este artículo en alemán.