Opinión: El último intento en la crisis de refugiados
20 de febrero de 2016Angela Merkel tiene ahora solo un camino para salvar su idea de una solución europea a la crisis de refugiados, y para ello necesita la ayuda de Turquía. Solo si Ankara se compromete en marzo a cumplir con las demandas de la UE y mantiene a los refugiados en suelo turco, se puede reducir la afluencia de refugiados y se puede obtener una esperanza de unidad.
Esta es una estrategia peligrosa, ya que entre este fin de semana, y en la anunciada mini-cumbre con Turquía en dos semanas, pueden suceder muchas cosas. En la política turca, dos semanas significan actualmente mucho tiempo. El presidente Erdogan podría tener pronto otras prioridades antes que poner en práctica un acuerdo con la UE para el apaciguamiento de la crisis de refugiados.
Si Merkel fracasa, fracasa Europa
Todos los que ahora creen que la canciller ha fracasado con su política de refugiados deben responder primero a la pregunta: ¿Qué hubiera tenido que hacer entonces Merkel? ¿Cerrar las puertas inmediatamente y dejar a Europa sola con el problema? Ninguno de los “sabelotodo”, que obviamente siempre supieron que todo saldría mal, pronosticaron, el otoño pasado, que la UE por sí misma iba a fracasar.
La UE se muestra carente de solidaridad y humanidad. La guerra en Siria es cada vez más horrible y todo lo hablado para llegar a una solución parece solo una ilusión. Y las imágenes de cómo Turquía refuerza su frontera con Siria, con inmensos muros de cemento contra los desesperados que huyen de las bombas, son verdaderamente impactantes. ¿Esto fue lo que se quiso dar a entender como una disminución o incluso el fin de la afluencia de refugiados?
Ahora Merkel está tratando de salvar lo que se pueda: La idea de una cohesión radical en Europa. Pero el Gobierno de Viena le ha demostrado ahora qué significa el egoísmo nacional. El canciller Werner Faymann se pasea muy fresco por la cumbre y defiende sus límites respecto a los solicitantes de asilo: para él esto se acabó este año y a todos los solicitantes de asilo que lleguen a Austria los enviará a Alemania. De este modo decepciona a Angela Merkel, que hasta ahora lo veía como un aliado. Lo mismo está en los planes de los países del este para cerrar la frontera entre Macedonia y Grecia. Viena está claramente de acuerdo. Y los países del grupo de Visegrado hacen igualmente su propia política egoísta. Recién cuando Italia amenazó al húngaro Viktor Orban de recortarle el dinero de las arcas de la UE, este se quejó y protestó en contra del aparente “chantaje”.
No hay Plan C
Todo esto es un desastre, desafortunado y criticable. Pero aquí no se trata de juegos políticos. El hecho de que todos en Europa hagan lo que quieren, impide que los verdaderamente vulnerables sean ayudados de manera efectiva. También Grecia contribuye a esto. Después de que Atenas se retrasara tanto tiempo en la construcción de centros de registro y campos de tránsito, hasta que ya fue casi demasiado tarde.
Ahora, Alexis Tsipras quiere la confirmación de los otros países de la UE de que las fronteras permanezcan abiertas, al menos, hasta la próxima reunión en Turquía. Así de repente, Tsipras tiene miedo de las consecuencias si los vecinos actúan solo por sus propios intereses. Y debido a su aparente incapacidad para aprender, él aprovecha la oportunidad para hacer su pedido y lo trata de vincular con el acuerdo con los británicos.
Esto era lo último que faltaba. Angela Merkel tiene con todos estos países una sola oportunidad: Ella tiene que seguir haciendo lo que ha empezado. Después del Plan B no hay Plan C. Las probabilidades de fracasar son altas. Pero cuando se trata de Europa y de la crisis de refugiados, aparece un caso raro del cual se puede decir con razón: no hay otra alternativa.