Opinión: Esperando un cambio de rumbo
17 de febrero de 2016En la crisis de refugiados prevalecen dos enfoques: por un lado, deben ser combatidas las causas de la crisis migratoria, por otro, solo puede haber una solución europea. Ambos enfoques son correctos, pero en la mayoría de los casos solo sirven de excusa para evitar tener que tomar decisiones incómodas.
Llevará décadas hasta que se hayan alcanzado estabilidad y bienestar en todos los países en donde los habitantes se ven obligados a huir a causa de guerras, persecución o falta de oportunidades – si es que eso alguna vez se alcanza. Y hasta entonces, habrán fracasado todos los intentos por gestionar el flujo de migrantes de forma paneuropea.
Nunca antes las posturas en la Unión Europea habían estado tan endurecidas. La canciller alemana, Angela Merkel, se ha quedado sola con su política liberal de refugiados. Incluso el primer ministro francés, Manuel Valls, dejó claro que Merkel ya no podrá esperar mucho de ese estrecho aliado.
En un reciente encuesta, tres de cada cuatro alemanes opinaron que el Gobierno alemán ya no controla la situación de los refugiados. Pero sobre todo a nivel europeo es desaprobada, incluso rechazada de forma maliciosa, la política de puertas abiertas de Merkel.
Y mientras la canciller sigue intentando convencer a la UE de la necesidad de una solución conjunta, tendrá que constatar que su autoridad de los tiempos de la crisis económica se ha venido abajo.
Schengen corre peligro
¿Una distribución justa de los refugiados? Muchos europeos están convencidos de que Merkel desató el flujo masivo de migrantes con su generoso gesto de acogida. ¿Un sistema de cuotas fijo? Mientras las fronteras exteriores de la UE sigan siendo permeables, esto equivaldría a un cheque en blanco para una inmigración duradera. ¿Y qué hay del plan de que Turquía mantenga a los refugiados en su país y la UE le pague para ello y reciba continentes de refugiados desde Turquía? El presidente turco ha insinuado que puede abrir las fronteras en cualquier momento y exigir casi cualquier precio.
Asimismo, no hay mucha disposición por parte de la mayoría de los países miembros de la UE a acoger voluntariamente a contingentes, por más pequeños que estos sean.
De momento, lo único que une a los Estados de la UE en esta crisis es el deseo de aislarse, algo que los países miembros organizan cada vez más a nivel nacional o en grupos: hace tiempo que Suecia anunció el fin de su política de inmigración liberal; Austria decidió limitar el número de refugiados que pretende acoger, aceptando de forma consciente que esto genere un efecto dominó en la ruta de los Balcanes; los países del Grupo de Visegrád incluso quieren “ayudar” a Macedonia, que no forma parte de la UE, a cerrar su frontera con Grecia, puesto que Atenas no detiene el flujo de refugiados que se dirige al norte.
Esto llevaría a una expulsión de Grecia del espacio de Schengen, que ya de por sí está muy dañado a causa de los múltiples controles fronterizos. Schengen corre peligro de convertirse en víctima del desacuerdo europeo.
A la UE solo le quedan pocas semanas para reducir notablemente el número de refugiados. Merkel no podrá continuar con su generosa política de refugiados en contra de la gran mayoría de los europeos. Si las puertas de Alemania siguen abiertas, el país tendrá que soportar prácticamente todo el peso por sí solo. Y eso no lo permitirán sus ciudadanos.
También a nivel europeo están en juego muchas cosas. En la UE hay un fuerte interés por solucionar de forma conjunta esta crisis sin precedentes. No obstante, el rumbo de Merkel no puede servir de modelo. Es tiempo de que haya un nuevo paradigma.