Opinión: ¿Hace falta un Gobierno?
26 de septiembre de 2016Cuando en 1814 se reinstauró en España la monarquía de Fernando VII, un grupo de parlamentarios le pidió que volviera al absolutismo a través del que se conoció como "Manifiesto de los persas", porque empezaba así: "Era costumbre de los antiguos persas pasar cinco días en anarquía después del fallecimiento de su rey, a fin de que la experiencia de los asesinatos, robos y otras desgracias les obligase a ser más fieles a su sucesor". España no lleva cinco, sino 250 días con un Gobierno provisional.
El desgobierno, sin embargo, no está dibujando un panorama tan desolador como ese de "asesinatos, robos y otras desgracias". De hecho, los datos económicos continúan su lenta recuperación e incluso desde Podemos, el partido que más duramente ha atacado al Gobierno de Mariano Rajoy, ven algunas ventajas en el hecho de que su gabinete sea provisional: al menos han aparcado, dicen, temporalmente y por motivos electoralistas, los recortes presupuestarios y la política de austeridad. ¿De verdad hace falta un Gobierno?, podríamos preguntarnos.
Aparte del descontento popular, hay también, no obstante, otros motivos para desear que se forme gobierno pronto, como las dificultades precisamente para aprobar unos presupuestos generales del Estado. O las amonestaciones desde Bruselas para acabar con esta situación. Bélgica, por cierto, estuvo largo tiempo con un gobierno interino, algo que ya suponía una anomalía en la Unión Europea.
Las elecciones de este domingo en Galicia y el País Vasco habían centrado, momentáneamente, el debate nacional a la espera de si podían propiciar un desbloqueo de la situación. A través de una negociación del tipo: "nos dejáis gobernar en Madrid y os dejaremos gobernar en tal o cual región". El mal resultado electoral en ambas Comunidades Autónomas de los socialistas de Pedro Sánchez (en la imagen) ha alejado esta posibilidad.
Cuando se diseñó el sistema electoral español después de cuarenta años de dictadura, se trató de evitar la ingobernabilidad que vivía, por ejemplo, el sistema parlamentario italiano, instaurarando un bipartidismo de alternancia en el poder en el que, sin embargo, tuvieran representación los independentistas de algunas regiones. Para ello, se estableció un sistema de atribución de escaños que favorecía a los partidos más votados (dándoles un porcentaje de representantes mayor que el de votos obtenidos). Y un sistema de circunscripciones electorales basados en la provincia (hasta entonces una demarcación territorial usada para la administración de Justicia).
Los nuevos partidos como Podemos o Ciudadanos querían acabar con ese bipartidismo. Que las decisiones, las leyes y los gobiernos tuvieran que pactarse. Y lo que han demostrado, hasta ahora, es que han sido incapaces de hacerlo. Si el Parlamento español no vota a favor de la investidura presidencial antes del 31 de octubre, el país tendrá que celebrar nuevamente elecciones. Las encuestas vaticinan que, en ese caso, el Partido Popular de Mariano Rajoy volvería a ganar, sin mayoría pero mejorando sus resultados. Tantos días sin Gobierno, como en el caso de los antiguos persas, empiezan a surtir efecto.