Opinión: ¿Hay esperanza para Venezuela en la OEA?
22 de junio de 2017Este lunes (19.6.2017), decenas de miles de venezolanos cumplieron ochenta días marchando contra la dictadura de Nicolás Maduro, desenmascarada a finales de 2015 pero aún en pie por razones tan complejas como desalentadoras. Esas manifestaciones antigubernamentales, masivas como las de 2014, comenzaron el 1º de abril, poco después de que el “hombre fuerte” de Caracas le pidiera al tribunal de mayor rango despojar de sus facultades al Parlamento, la única institución estatal independiente del Ejecutivo hasta hace muy poco.
En lugar de calmar los ánimos en la calle, la élite chavista los caldea, propiciando enfrentamientos en los que todo parece valer: militares y paramilitares agreden a la prensa, roban cuando pueden a la ciudadanía arrinconada y disparan a matar cuando ésta se defiende; los muertos y los heridos se cuentan por decenas. Sus bombas lacrimógenas no perdonan ni a niños ni a ancianos ni a convalecientes. Ministros desinforman al pronunciarse sobre la violencia, amenazando a una fiscal general insumisa y refutando sus investigaciones.
Policías y agentes de inteligencia invaden domicilios y ejecutan arrestos sin respaldo judicial e ignoran órdenes de liberación. Cortes militares someten a civiles a juicios expeditos. Defensores de los derechos humanos denuncian la recurrencia de la tortura en centros de retención como “La Tumba” y apuntan a un saldo de presos políticos que no se veía desde la tiranía previa, derrocada en 1958. Autoridades alineadas con el oficialismo dan por legítimo el llamado a una Asamblea Nacional Constituyente cuya elección está amañada…
¿El titubeo previo a la defección?
Estos son sólo algunos de los desmanes cometidos por la satrapía bolivariana frente a las narices de la OEA, donde entre el 19 y el 21 de junio se discutió sobre la ruptura del hilo constitucional en Venezuela y la crisis humanitaria que aflige a sus habitantes. Pero si el conocimiento de esas tropelías no bastó para poner de acuerdo a sus 34 miembros –todos los Estados americanos, menos Cuba–, si las evidencias a la mano no los persuadió de aunar esfuerzos para poner coto al terrorismo estatal de Maduro, es difícil imaginar qué lo hará.
Países caribeños rompieron su promesa de votar a favor de una resolución que proponía crear un “grupo de amigos” capaz de mediar entre el déspota y la resistencia por gozar de la confianza de ambas partes. Los unos alegan que Washington soborna a las naciones antillanas más débiles para que le den la espalda a Caracas y los otros, que es Venezuela la que las chantajea, recordándoles los favores concedidos por Petrocaribe durante años. Cualquiera de esas constelaciones sería lamentable para Estados que se dicen soberanos.
Lo cierto es que, aparte de la verborrea incendiaria y de la falta de majestad con que la cancillería venezolana saboteó la Asamblea General de la OEA en México, un puñado de socios de la Comunidad del Caribe y los pocos incondicionales que le quedan a Maduro –Bolivia y Nicaragua– truncaron la posibilidad de progreso en esa ágora. Por ahora. Si el Gobierno ecuatoriano tomó distancia del venezolano para evitar ser percibido como cómplice de sus barbaridades, otras defecciones todavía son concebibles.
Contribuir a mostrarle la salida a un tirano flagrante es una de las pocas cosas que ese foro interamericano puede ofrecer. Y todo indica que, mientras Luis Almagro sea su secretario general, ese organismo seguirá intentándolo. El uruguayo aseguró que la reunión de cancilleres suspendida dos veces por falta de consenso continuaría en breve; la fecha está por fijarse.
Evan Romero-Castillo (VT)