Opinión: Venezuela después de Chávez
5 de marzo de 2013No es de extrañar que a muchos venezolanos los embarguen sentimientos encontrados tras el fallecimiento de Hugo Chávez (1954-2013). “¿Por qué lloro por un presidente?”, se preguntarán algunos de sus más fieles partidarios, conscientes de que el jefe de Estado no es más que un funcionario público, en el sentido más amplio de la palabra, mientras los que fantaseaban desde hace meses con la muerte del caudillo buscan –en vano– revivir la sensación de alivio que el breve derrocamiento de Chávez les dio en abril de 2002.
¿Por qué? Porque, para bien o para mal, el de Hugo Chávez no es un nombre más en la lista de mandatarios venezolanos. Los tres lustros que pasó en la presidencia lo convirtieron en una suerte de figura paternal a los ojos de un amplio sector de la población que agradece el accidentado pero medible proceso de inclusión social impulsado por el militar. Al mismo tiempo, su carisma y su exacerbamiento de la democracia plebiscitaria le permitieron acaparar enormes cuotas de poder y asumir virtualmente las riendas de todas las instituciones públicas.
De ahí que la prematura desaparición física de Chávez y los opacos escenarios que ese vacío conjura generen desazón hasta entre sus enemigos más enconados. Hoy, el porvenir del país suramericano es tan difícil de predecir como lo era en 2011, cuando el líder venezolano inició el tratamiento de su enfermedad en Cuba. El chavismo sin Chávez, encarnado por el Partido Socialista Unido de Venezuela o fragmentado en grupos más y menos moderados, podría tener una vida más longeva de lo que algunos le auguran.
También la oposición podría salir fortalecida de este período de transición. Pero, ¿qué hay de las Fuerzas Armadas? La continuidad del sistema democrático en Venezuela depende de que la élite castrense se abstenga de propinar un golpe de timón. Instaurar una dictadura marcial es una moción que más de un soldado estaría dispuesto a apoyar en nombre del orden y la seguridad nacional; pero, en realidad, ni siquiera los altos índices de violencia criminal –el principal problema de la sociedad venezolana– justificarían una ruptura del hilo constitucional.
Chávez apostó a la polarización política y militarizó la vida nacional desde temprano, otorgando posiciones de mando a oficiales del Ejército en ámbitos usualmente reservados para civiles y armando a grupos de ciudadanos, descritos por varios analistas políticos como “la guardia pretoriana del régimen”. ¿Qué papel jugarán estos sectores armados y la institución castrense a corto plazo? ¿Qué está escrito en el futuro inmediato de Venezuela: dictadura, guerra civil o reconciliación nacional? Esos son los acertijos que “el comandante” ha dejado al morir.
Autor: Evan Romero-Castillo
Editora: Rosa Muñoz Lima