La misión de Europa
5 de octubre de 2015A cuatro años del inicio de la guerra civil siria, los políticos europeos y estadounidenses no pueden seguir ignorando la dramática crisis de refugiados. El Gobierno estadounidense está más que activo en el Cercano Oriente pero considera más cómodo clasificar a los refugiados sirios como un problema europeo. Mientras, la reacción de Europa ha estado hasta ahora muy lejos del ideal de una unión basada en valores como el respeto a la dignidad humana y la protección de los derechos humanos. Eso tiene que cambiar.
Enfrentar la raíz del problema
"Ya morimos en Alepo", respondió hace poco un sirio, llegado a la isla griega de Lesbos, a la pregunta de por qué se había arriesgado a tan peligroso viaje desde Turquía, a través del Mediterráneo. Cientos de miles de sirios huyen a Europa por las mismas razones. Ello no deja dudas sobre su búsqueda de protección a causa de un “temor fundado a sufrir persecución”, como reza la Convención de Ginebra de 1951. Lo más deprimente de todo es que los refugiados sirios representan solo una fracción de los 20 millones de personas que han huido hacia otros países escapando de la guerra y la persecución, o de los 40 millones que huyen dentro de sus propios países. Son las cifras más altas que haya registrado jamás la agencia de la ONU para la protección a los refugiados, ACNUR.
Las causas de esta tragedia tienen que ser enfrentadas de raíz. La Unión Europea (UE) dispone de una amplia serie de posibilidades diplomáticas, políticas y de desarrollo. Los jefes de Gobierno de la UE tienen que utilizarlas para reavivar procesos de paz congelados. Tienen que emplear el capital diplomático necesario para parar la violencia que fuerza a huir cada día a 42.500 personas.
Pero las crisis persistentes hace décadas en Afganistán, Somalia y otros países no se solucionarán de la noche a la mañana. Tardará años hasta que las personas que han huido de Siria puedan, siquiera, pensar en volver a casa. Por eso es imprescindible reforzar considerablemente la ayuda al desarrollo, tanto inmediata como a largo plazo: ayudas tanto para las personas que han huido como para los países que los acogen.
Ayudar a los vecinos de Siria
Siria es la herida mayor, y la que más sangra. Estados vecinos como Jordania y el Líbano necesitan apoyo financiero directo y ayuda al desarrollo: para expandir su infraestructura, renovar totalmente su servicio público, generar puestos de trabajo y formación para sirios en las comunidades en las que han sido acogidos. La economía y la infraestructura de Jordania, el Líbano, Turquía e Irak colapsan con la carga de más de cuatro millones de refugiados. Unos 4,2 miles de millones de dólares le costará hasta 2016, solo a Jordania, la acogida de refugiados.
Las inversiones del Banco Mundial y otros institutos financieros internacionales son imprescindibles, si se aspira a la recuperación de la economía estos países. Además, es absolutamente necesario estabilizar la región, para persuadir a otros cientos de miles de desesperados de elegir el mortal camino del Mediterráneo.
Hay una tarea aún más urgente: la meta de recaudación de fondos para Siria y la región circundante se ha logrado apenas para un 31 y un 40 por ciento respectivamente. Así que el suministro de alimentos y medicamentos básicos a los refugiados está en peligro. Necesitamos cuanto antes una iniciativa conjunta de los Estados europeos, estadounidenses y árabes, para financiar las instituciones que brindan asistencia sobre el terreno. Además, la maquinaria de conferencias internacionales de donantes debe dar un gran salto de avance, para apoyar ambiciosos planes de reconstrucción e inversiones en la región.
Abrir caminos seguros hacia Europa
Adicionalmente, tenemos que velar por que los refugiados puedan llegar a Europa y a otros países industrializados como Estados Unidos y Canadá por caminos seguros y legales. Programas de reasentamiento, cuotas fijas, reunificación familiar y otras posibilidades ahorrarían a los que huyen la desgracia de verse explotados, chantajeados, torturados o sexualmente abusados por contrabandistas.
Algunos países han dado muestras de verdadero liderazgo humanitario, aceptando acoger, a largo plazo, a una alta cifra de refugiados. Apenas en un fin de semana de septiembre llegaron a Alemania más refugiados de los que Gran Bretaña pretende a acoger a largo plazo en los próximos cinco años. Necesitamos que los líderes europeos procedan con un enfoque más coordinado y más justo.
Para controlar efectivamente la crisis tenemos que tener en cuenta asimismo el destino de los que ya han arribado a Europa. También aquí hay muchas cosas que los países miembros de la UE deberían hacer cuanto antes.
En primer lugar, debe asegurarse que los refugiados que llegan a Europa sean recibidos humana y dignamente. La UE tiene que facilitar la necesaria ayuda técnica y financiera para iniciar una operación humanitaria efectiva y bien coordinada en las fronteras exteriores del bloque en el sur del Mediterráneo. Ello implica que los traumatizados recién llegados reciban comida, agua y asistencia médica. Que sean alojados en lugares seguros y tengan acceso a instalaciones sanitarias inmediatamente tras su arribo, en vez de tener que contentarse con las pobres y sucias condiciones que se encuentran ahora.
Responsabilidad compartida, estándares universales
En segundo lugar, los Estados miembros de la UE deben dejar de simular que la crisis de refugiados en el Mediterráneo es un problema exclusivo de los países costeros de Europa. Casi 245.000 refugiados han llegado este año a Grecia y hasta Navidad se esperan otros 200.000. Hasta ahora, sin embargo, los Estados miembros apenas se han puesto de acuerdo para redistribuir en otros países a 120.000 refugiados llegados a Grecia e Italia. Eso tiene que cambiar. El Plan Juncker es un avance hacia cuotas serias de redistribución, y merece todo nuestro apoyo.
El tercer paso es introducir una política europea de refugiados justa, integral y común, que asegure que todas las solicitudes de asilo sean procesadas según estándares internacionales y que la responsabilidad de acoger refugiados se reparta entre todos los Estados miembros de la UE. El Plan Juncker insiste también, con razón, en que quienes no tengan derecho a asilo deben ser devueltos.
El tiempo de la solidaridad es ahora
Ningún país puede solucionar solo una crisis de esta magnitud. Tampoco Europa puede, ni siquiera con toda la buena voluntad del mundo. Una crisis global requiere una respuesta global. Pero Europa solo podrá convencer de dar su propio aporte a Estados Unidos, los Estados del Golfo y otros gobiernos que aún no se han involucrado, si ajusta su propia actuación a la dimensión del problema.
Esta es también una oportunidad para dar vida, en la práctica, al ideal de la solidaridad humana. Los políticos europeos deberían mirar hacia Lesbos, donde sus habitantes asisten a los refugiados por estos días con alimentos, mantas y medicamentos. Entre los voluntarios hay también isleños cuyos abuelos escaparon a la masacre y el caos de la Segunda Guerra Mundial huyendo a Siria, donde les ofrecieron un hogar seguro. Ese es el ejemplo que deberíamos imitar.
Sigmar Gabriel es vicecanciller, ministro de Economía y líder del SPD, el partido socialdemócrata de Alemania.
David Miliband fue ministro de Exteriores de Gran Bretaña entre 2007 y 2010. Hoy, preside la organización humanitaria International Rescue Committee, con sede en Nueva York.