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La peligrosa demanda de lealtad de Trump

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Michael Knigge
30 de julio de 2017

La purga de altos funcionarios de la Administración Trump, considerados no lo suficientemente leales al presidente, sigue con la salida del jefe de gabinete, Reince Priebus. Trump está entrando en territorio peligroso.

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Trump ermuntert Polizisten zu mehr Gewalt
Imagen: Reuters/J. Ernst

Una semana después de la renuncia del portavoz de Donald Trump, Sean Spicer, y del nombramiento de Anthony Scaramucci como director de Comunicación, se suma ahora la salida del jefe de gabinete de la Casa Blanca, Reince Priebus. El suceso cierra lo que ha sido una semana extraordinariamente tumultuosa, incluso para los estándares de esta Administración.

Otros dos funcionarios, el fiscal general, Jeff Sessions, y el jefe de estrategas, Steve Bannon, han sobrevivido esta semana, pero no está claro por cuánto tiempo. Tanto Sessions, que ha sido criticado en Twitter por Trump por su recusación de la investigación del Departamento de Justicia sobre la injerencia rusa en la elecciones, como Bannon, que fue insultado por Scaramucci, son retratados como poco leales al presidente, incluso por el mismo Trump, así como por el nuevo jugador clave en el Casa Blanca, Scaramucci.

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El ascenso meteórico de Scaramucci, que predijo la salida de Priebus en su ahora infame conversación con el reportero neoyorquino Ryan Lizza, se evidencia además por el hecho de que aparentemente no tendrá que reportarse con el nuevo jefe del gabinete de Trump, John Kelly –como es costumbre–, sino que lo hará directamente con el presidente.

Kelly, una gran apuesta

Nombrar a Kelly, el exsecretario de Seguridad Nacional, como su jefe de gabinete es una gran apuesta. No obstante, en línea con el estilo de Trump. Kelly, un exgeneral, carece de experiencia política y no ha sido tímido al mostrar su desdén por los juegos políticos. Es un riesgo otorgarle a Kelly la responsabilidad de poner en forma a una disfuncional Casa Blanca atrapada en tóxicas enemistades internas.

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No obstante, puede que esto no sea ni siquiera lo que Trump quiera. Tal vez no esté buscando a un gerente experimentado que estructure y administre profesionalmente la Casa Blanca , ya que un fuerte jefe de gabinete, por definición, ejerce mucho poder, lo que podría socavar la autopercepción exagerada del presidente como el tomador sin rival de decisiones.

La apuesta mucho mayor del presidente, sin embargo, es seguir cortando los lazos ya maltrechos con el Partido Republicano. Spicer y Priebus, ambos del Partido Republicano, jugaron un papel clave en tratar de alinear la agenda de Trump con los republicanos del Congreso.

Que esto no funcionó bien fue algo evidente, pero culpar solo a ellos y a los republicanos del Congreso, como lo ha hecho Trump, no es lo más inteligente. En la Casa Blanca, como en muchas organizaciones disfuncionales, los problemas a menudo emanan desde la cima. Esto no es algo que el presidente parezca estar dispuesto a admitir, ahora o nunca. La expulsión de Spicer y Priebus –especialmente por la desagradable manera en que sucedió– podría hacer tambalear el apoyo republicano en el Congreso y en otros lugares.

Sessions y Mueller, un posible punto de quiebre

Últimamente algunos republicanos, que hasta ahora han permanecido en silencio sobre el comportamiento del presidente, han salido a defender al fiscal general, Jeff Sessions, contra los ataques del presidente e hicieron preparativos encaminados a hacer imposible para él destituir a Sessions y nombrar un sustituto durante el receso.

Jeff Sessions USA Anhörung
Jeff Sessions también ha sido objeto de críticas del presidente TrumpImagen: Getty Images/AFP/B. Smialowski

Un eventual despido de Sessions o del fiscal especial, Robert Mueller, –un movimiento que según se informa ha sido considerado por Trump y que efectivamente terminaría con la investigación sobre Rusia– podría ser un paso demasiado lejos, incluso para Trump.

Al dejar a un lado a Spicer y Priebus e instalar a su alter ego, Scaramucci, Trump ha demostrado que lo que realmente desea es una Administración de obediencia absoluta. En cualquier otro contexto, tanto Spicer como Priebus habrían sido considerados demasiado leales, incluso en detrimento propio.

El Partido Republicano  y Trump

La visión de Trump en cuanto a que lealtad esencialmente significa fidelidad  y solo puede venir de la familia y de personas que están cerca a él, es distorsionada. Tal definición de lealtad es, en última instancia, imposible de reconciliar con una Administración gobernada por leyes y no por enlaces personales.

Los republicanos del Congreso hasta ahora han estado poco dispuestos a reconocer este aspecto de la presidencia de Trump, en parte porque muchos todavía sienten que Trump puede ayudar a impulsar su propia agenda. La destitución de Spicer y Priebus y el surgimiento de Scaramucci es otra clara señal de que Trump no le importa en absoluto a los legisladores individuales o al Partido Republicano en general.

Aunque esto no sea suficiente para que el Partido Republicano le dé la espalda a Trump, puede que el eventual despido de Sessions o Mueller lo haga posible. En caso de suceder, este podría ser, de hecho, el punto de inflexión para la presidencia de Trump.