Reformulación de la política exterior alemana
30 de diciembre de 2015A principios de 2014, el presidente federal Joachim Gauck, el ministro de Relaciones Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, y la ministra de Defensa, Ursula von der Leyen abogaban por que Alemania asumiera una mayor responsabilidad en el panorama político mundial. Expertos y políticos debatían entonces cómo sería una política exterior alemana más asertiva. Hemos tardado casi dos años, pero ahora lo sabemos: durante 2015, la canciller Angela Merkel y su ministro Steinmeier han dado una convincente lección de "nueva política exterior alemana".
Tres crisis han amenazado de modo insólito desde 1945 la estabilidad de Europa y, con ella, de Alemania. El país de la UE que comparte frontera con más estados apuesta por el mantenimiento del orden de posguerra, que garantiza la inviolabilidad de las fronteras nacionales. Pero este fue desafiado por la anexión de Crimea por parte de Rusia. Como principal potencia económica de Europa, apoyada en las exportaciones, depende de la estabilidad de la moneda. Y es una de las principales beneficiarias del sistema Schengen de fronteras internas abiertas, actualmente socavado por los países del sureste europeo, empeñados en erigir muros y vallas para contener la inmigración.
Un triple desafío para Alemania
En estas tres grandes crisis (conflicto en Ucrania, deuda griega y llegada de refugiados), Merkel ha trazado una línea propia y la defendido ante la oposición tanto interna como procedente del extranjero. Los medios anglosajones han denostado sus políticas de austeridad. Y aun así, la revista Time la consideró "persona del año", alabando incluso la tozudez con que afrontó el atolladero griego.
Un liderazgo fuerte es el requisito previo para una política exterior. Esta requiere una visión estratégica. Y la visión de Merkel es realista: ella sabe que Europa debe estar preparada para adaptarse, si quiere preservar lo mejor de sí misma, la tolerancia, la libertad y la humanidad. Y que la globalización no es una vía de un solo carril, sino que conlleva obligaciones, además de beneficios.
Ella no ha dudado en exigir cambios tanto a los socios de Alemania en la Unión Europea como a sus propios conciudadanos. En su discurso en el congreso de la CDU, a finales de año, señaló que la crisis de refugiados desdibuja los límites entre la política interior y exterior. Y reiteró su convicción de que los alemanes pueden ser "abiertos, curiosos, tolerantes e incluso vibrantes".
Vibrante fue también en muchos sentidos el año que acaba para Fran Walter Steinmeier. Para tener éxito una política exterior debe acompañarse esa visión estratégica con arte diplomático. Y el Ministro de Relaciones Exteriores ha aportado grandes dosis. En las noches de negociación para lograr el acuerdo de Minsk, en el rescate griego, en los viajes para alcanzar un pacto nuclear con Irán o soluciones para Siria, que ha construido puentes en conflictos aparentemente sin solución.
La revista Time elogia a Merkel por luchar "contra la tiranía y contra el oportunismo". Pero 2015 no fue en ningún caso color de rosa para ella. Al contrario. Los críticos la acusan de demasiada "realpolitik". Como en las recientes ofertas a Turquía para reducir el flujo de inmigrantes. O en el envío de una misión militar que pocos alemanes creen que vaya a servir para pacificar Siria, pero que Berlín considera un gesto importante de solidaridad con París.
El desafío que resta
La receta Merkel-Steinmeier no resuelve un dilema central: la política exterior de Alemania se ve muy limitada en la medida que no vaya coordinada con iniciativas europeas acordes. Esa es la lección de la crisis de los refugiados. No sólo desdibujó la línea entre la política interior y exterior, también dejó ver las carencias de la Unión Europea, que también son en parte responsabilidad de Merkel. En los diez años que lleva de mandato siempre había intentado desplazar las decisiones al plano nacional, alejando la perspectiva de una gobernanza supranacional. Ahora vuelve a verse la importancia de los foros comunitarios.
En esos foros, Alemania es un peso pesado, algo que se dejó notar, por ejemplo, en la crisis Griega. Después de pedir menos Europa, Alemania descubre que se necesita mucho más. Y, sin embargo, cuando Berlín trata de llenar los vacíos de la Unión Europea, provoca rechazos a una integración más profunda. El año que viene se verá si la nueva política exterior de Alemania puede responder a la última variante de la centenaria "cuestión alemana".