Opinión: la selección alemana, el reflejo de Alemania
26 de junio de 2018Toni Kroos, el marcador del sábado y relajado ciudadano del mundo de Madrid y Greifswald, dijo tras el encuentro contra Suecia: "Tuve la impresión de que mucha gente en Alemania se hubiera alegrado si hubiésemos perdido hoy”. Sonó a reto.
Sobre todo, es simplemente una observación apropiada, porque el país está tan dividido que los alemanes ni siquiera pueden ponerse de acuerdo sobre su equipo. Para los populistas de derecha de la AfD juegan demasiados musulmanes y negros, y los jugadores con raíces turcas hacen campaña, intencionadamente o no, para el autócrata Erdogan, generando así rechazo entre sus propios seguidores. Esta es la Alemania de 2018.
Milagro económico: el marginado será el campeón mundial
La situación del país siempre se ha reflejado en la actuación de la selección nacional. En 1954, los alemanes fueron los marginados, como toda la República Federal. Una tropa de niños de la guerra y retornados venció a los húngaros, el gran equipo de esta época, en la final en Berna. En la mente perdura la imagen del capitán Fritz Walter mientras recibe humilde y reverentemente la copa. Regresamos al escenario, pero tranquilos y pacíficos. Aprendimos la lección, nunca más haremos la guerra. Probablemente nunca haya habido una conexión tan cercana entre un equipo y la población de su país.
Luego, en los años setenta: un brillante campeón europeo en 1972, un símbolo del cambio de esos años. Los pasos gigantes y la melena suelta de Günter Netzer. La consigna era lograr más democracia. Pero dos años después, el equipo sufrió en su propio país por el título mundial. Tras los entrenamientos bajo el signo del terrorismo de izquierda y recluidos en el campo de entrenamiento en Schleswig-Holstein. Netzer, marchito en el banquillo. Derrota en la ronda preliminar contra la RDA. Se acabó la revolución.
Tras la caídad del Muro, ¿invencibles durante años?
En 1990, el último equipo de los alemanes occidentales ganó el mundial. Todo es posible. ¿Cómo podría ser de otra manera si hay milagros como la caída del Muro? Franz Beckenbauer anunció que ese equipo sería invencible durante años. Un sentimiento predominante también de los alemanes en esos tiempos. Sin embargo, un error. La unificación fue más ardua de lo esperado. Una vez más, el equipo en 1996 se convirtió en campeón de Europa, pero luego tuvo problemas durante años, como el país. La era de Kohl continuó y se extendió hasta 1998. En los años siguientes, un periódico extranjero llamó a Alemania el "hombre enfermo de Europa". El desempleo aumentó mucho.
Luego, el cuento de hadas del verano de 2006. El campeonato mundial en el propio país. Jugadores realmente buenos y jóvenes. Buen humor. Finalmente la gente se permitió ondear banderas alemanas y cantar el himno alemán. En el equipo había jugadores de diversos orígenes. Una Alemania nueva y fresca, la economía en auge. Todos supieron lo que significa "public viewing". Solo faltaba un título. La coronación llegó ocho años después con los jugadores Boateng, Khedira y Özil, quienes lograron una obra maestra: 7: 1 contra Brasil en las semifinales. La integración es posible y exitosa. "Selfies” en los vestuarios con la canciller. La nueva Alemania abrió sus puertas al mundo. Berlín se convirtió en un imán turístico, más de moda que nunca. El campeón del mundo fue recibido triunfalmente en la capital. Los aviones sobrevolaron la ciudad en honor a los jugadores. Un año más y dio comienzo lo que hoy llamamos la "crisis de los refugiados".
Después de la crisis de los refugiados: el equipo bajo presión
¿Y ahora? El equipo ha sufrido un cambio radical en medio del torneo y, poco a poco, se cuestiona cada vez más a los campeones del mundo de 2014. En Berlín, la canciller está más bajo presión que nunca. Su propia gente protesta contra ella. El equipo alemán no parece alegre y relajado como en Brasil. El equipo está bajo presión, obviamente. Pero la anhelada claridad y orientación que buscan los alemanes llega con el gol de Kroos contra Suecia, logrado en el último segundo, después de errores y contratiempos, y jugando con diez personas. Contra toda probabilidad.
Tanto la política como la sociedad han perdido la voluntad de hacer las cosas bien, más allá de toda duda, temor y vacilación. Se quejan mucho en el país y el estado de ánimo es agresivo. Quizás esta vez el país y el Gobierno deberían tomar a la selección alemana como ejemplo.
Jens Thuraru (RMR/ER)