La última oportunidad de Europa
16 de enero de 2016
Al principio, la conferencia de prensa de año nuevo del presidente de la CE parece simplemente sobria. Juncker hace recuento del pasado año, habla sobre las relaciones con el Parlamento Europeo (¡una historia de éxito!) y sobre el aún flotante fondo de inversión (hasta ahora sin éxito). Entonces, llegan nuevamente los insistentes llamados a los socios de la Unión Europea (UE), a que asuman finalmente su responsabilidad, sobre todo en la crisis migratoria.
“Estoy harto de que la Comisión reciba críticas y los Estados miembros no cumplan sus obligaciones.” Los periodistas en Bruselas han oído ya bastante esta frase. Pero nunca antes las palabras de Jean-Claude Junckers han venido cargadas de tanta frustración. Él, que en la asunción de su cargo ante la Comisión había llamado a aprovechar la última oportunidad, ve como ese chance se pierde sin remedio. Todos los planes para controlar la crisis migratoria –la protección de las fronteras, el establecimiento de “puntos calientes” para el registro de migrantes y, sobre todo, la justa redistribución de refugiados dentro de la UE, se ha vuelto humo.
Merkel tiene cada vez menos aliados
No quiere desistir aún, asegura un Juncker combativo, pero los hechos hablan otro idioma. Los países comunitarios debían acoger 160.000 refugiados. Sería una gota en este océano. Pero ni siquiera esta gota cae. Hasta ahora, muy pocas personas han abordado aeronaves para, en el marco del procedimiento acordado, trasladarse a una nueva patria de acogida dentro de la UE. Los países del llamado grupo Visegrád (o V4), en el este del bloque, sobre todo Hungría y Polonia, se niegan sencillamente a colaborar, pese a los acuerdos oficiales. Incluso en países como Francia, el plan tiene una escasa aceptación.
A la canciller alemana, Angela Merkel, que defiende este plan como nadie, se le están agotando los aliados en Bruselas. Juncker, cuya diligencia con Berlín suele levantar ronchas, parece ser –irónicamente− uno de los últimos. Defiende con todas sus fuerzas no sólo el plan para los refugiados, sino –con él− a toda la UE, su UE, a la que ha contribuido durante décadas. La llamada “crisis de los refugiados”, la silenciosa restauración de los controles fronterizos, coarta la libertad de viajar de las personas en la Unión, o sea, el Tratado de Schengen. Y quién amenace a Schengen, amenaza el mercado interno del bloque, el mercado laboral y, en definitiva, al euro y toda la UE, argumenta Juncker.
Sin otra opción que el cierre de fronteras
El ministro alemán de Finanzas ha dado un espaldarazo a Juncker en Bruselas. Si también Alemania se ve obligada a cerrar sus fronteras, sería “un enorme peligro para Europa”, advirtió. ¡Y tiene razón! No se ha dicho tan claramente hasta ahora. Pero eso no ayuda, lamentablemente, en nada. Quien evalúe lógica y detenidamente la actual situación en su complejidad, sabrá que, al final, la canciller alemana, Alemania, no tendrá otra opción que cerrar sus fronteras.
Juncker también mencionó en su discurso otros asuntos pendientes de Europa para 2016: el posible “brexit”, los peligros para el Estado de Derecho en Polonia, el lento crecimiento económico, etcétera, etcétera, etcétera... Pero sólo la crisis migratoria tiene realmente el potencial de convertirse en la pesadilla definitiva de la UE. Todos los ministros y todos los jefes de Estado y de Gobierno del bloque lo saben. El misterio es por qué algunos se resisten aún a aportar algo constructivo a la solución. ¿Será la esperanza en que los demás lo resuelvan? ¿Un deseo de vengarse de Merkel? ¿Venganza por todas las sesiones de madrugada de los últimos años, por su interferencia, por su intransigencia en algunos temas?
Última oportunidad… ¿perdida?
Mientras más se debilita Merkel en Alemania, más se fortalecen sus enemigos en la UE. Juncker también lo sabe. Entre otras razones, es por ese motivo que apoya sus planes para hacer frente a la crisis migratoria. Es la alianza de dos viejos guerreros de los escenarios europeos. Quizás no dure mucho, pues no existe ni la más mínima señal de que el actual plan llegue a funcionar en algún momento. Entre bambalinas, incluso avezados políticos alemanes en Bruselas aseguran que la idea de una redistribución justa de refugiados entre los Estados de la UE ha muerto. Así que es posible que se haya hecho demasiado tarde para aprovechar esa “última oportunidad” en la que ha insistido Juncker.
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