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Opinión: los Estados no tienen amigos, sino solo intereses

Kay-Alexander Scholz (ER/VC)30 de abril de 2015

Grande es el revuelo en torno al escándalo del BND y la NSA. Quizás caiga pronto un ministro. Pero, en opinión de Kay-Alexander Scholz, no ha sucedido nada excepcional en el negocio de los servicios secretos.

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Imagen: picture-alliance/dpa/J. Carstensen

Los malvados estadounidenses deberían decirle de una vez por todas a la opinión pública alemana qué hace la NSA, si la espía masivamente y en qué forma; ese era hace un año el tenor del debate sobre los servicios secretos en Alemania. En ese entonces, el ex jefe de los asesores de Internet de Hillary Clinton, Alec Ross, dijo en Berlín que sería mejor que los alemanes se miraran en el espejo. Afirmó que el servicio secreto germano (BND) no se diferencia en lo sustancial de la NSA, solo que su presupuesto es inferior. Y señaló que estaba al tanto de las prácticas habituales. En los medios de comunicación alemanes, las palabras de Ross no resonaron mucho. De alguna forma, no encajaban.

Un servicio secreto es un servicio secreto

Ahora el tema vuelve a estar sobre el tapete. La opinión pública alemana ha aprendido entretanto que el BND participa en el gran juego de los servicios secretos, en el que no hay buenos ni malos, sino solo intereses. El espionaje entre amigos no es aceptable. Con esa frase, la canciller Angela Merkel quiso tomar el timón de la discusión. Pero entre Estados Unidos y Alemania no hay un tratado de amistad. Los estadounidenses ni siquiera permiten a los alemanes participar en el club de los Five-Eyes ( la alianza de inteligencia entre Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda). Hay suficientes materias en las que los estadounidenses miran con escepticismo a Europa y, por buenos motivos, sienten curiosidad: ¿Qué pasa con el rescate de Grecia? ¿Qué ocurre en la crisis de Ucrania? ¿Qué piensan los europeos sobre el TTIP? Si, más encima, están en juego megacontratos para empresas, el espionaje no conoce límites.

Pero existen intereses compartidos en la lucha contra el terrorismo. Al respecto, el portavoz del Gobierno alemán, Steffen Seibert, dijo una frase interesante, que tampoco fue registrada por la opinión pública: en la batalla contra el terrorismo, no hay mejor aliado que Estados Unidos. Sonó a disculpa, pero al menos fue sincero. Dijo que no podía hablar públicamente de otras cosas. Son asuntos secretos.

Silencio transatlántico

De este modo, sigue existiendo una gran zona gris. Sobre todo, queda poco claro si la Cancillería alemana sabe en detalle lo que hace el BND, y viceversa. Pero el Gobierno tiene que mantener en la mira los grandes intereses y a ellos corresponde la cooperación con Estados Unidos. Sin ese país no funciona el asunto, comenzando por el aspecto financiero.

Nos guste o no, es un negocio sucio: los servicios secretos no son un jardín de rosas. Pero buscar ahora un peón que sacrificar (en la mira está el ministro del Interior, Thomas de Maizière) no ayuda para nada. Con su salida, el mundo no sería más simple. Solo habría quedado anulado un potencial sucesor de Merkel, para alegría de su competidora, Ursula von der Leyen; y de la oposición, que podría reportar un éxito en la comisión parlamentaria encargada de investigar el caso de la NSA. No obstante, sería solo un éxito en el plano político interno. La verdadera discusión debería producirse, sin embargo, entre Berlín y Washington. Pero en ese terreno se mantiene el silencio desde hace un año.