Opinión: Los refugiados a las puertas aumentan la presión
4 de febrero de 2016Desde hace casi cinco años, la guerra hierve en Siria y su intensidad no deja de aumentar. Como consecuencia, nos encontramos ante la mayor catástrofe humanitaria de nuestro tiempo. Una vez más hay que repetir la ya sabida cifra: un cuarto de millón de víctimas mortales, un millón de heridos y más de la mitad de la población desplazada. Es decir, a lo largo del conflicto, 50 familias a la hora se vieron obligadas a abandonar sus hogares.
Europa miraba hacia otro lado
Durante largo tiempo, Europa y el mundo han sido testigos impasibles de este sufrimiento, que parecía estar muy lejos. Es triste reconocer que ha sido la avalancha de refugiados sirios hacia Europa lo que ha traído a la agenda de la política internacional la desastrosa situación de las víctimas de la guerra. Y su afluencia no cesa. A pesar del frío, durante el mes de enero han emprendido la peligrosa travesía que va desde Turquía hasta Grecia más personas que el pasado mes de julio, cuando hacía mejor tiempo.
Esta huida masiva ha sido como una sonora bofetada para la ayuda que la comunidad internacional presta en la propia Siria y en los Estados vecinos. Además de los siete millones de desplazados en su propio país, unos cuatro millones y medio de sirios han encontrado refugio en Jordania, Líbano y Turquía. Gente que ha visto cómo la comida iba menguando año tras año. No es de extrañar que, en su desesperación, se lo jueguen todo a una carta para venir a Europa. En 2015, las organizaciones humanitarias solo pudieron reunir la mitad de los medios necesarios para su atención. Muchos miraron hacia otro lado. Así lo hicieron los europeos, pero también y, sobre todo, los ricos Estados del Golfo: a pesar de haber apoyado, tanto de forma abierta como encubierta a los yihadistas, se mostraron tacaños en la ayuda hacia los refugiados.
Tacañería corta de miras
Ahora que la crisis de refugiados ha llegado a Europa, se muestra cuán corta de miras ha sido la falta de generosidad. El miserable manejo de la situación amenaza la cohesión interna de la Unión Europea y la integridad del Gobierno de Alemania, además de dar impulso a la extrema derecha y a los movimientos nacionalistas de toda Europa. Y cuesta dinero: el Instituto Colonés de Economía Alemana calcula que solo este año, Alemania gastará 17 mil millones de euros para alojar y alimentar a 1.5 millones de refugiados. Esa cifra no tiene en cuenta ni los cursos para enseñar el idioma ni otros costes de integración.
Con cifras mucho más pequeñas se pueden lograr muchas más cosas si se actúa “in situ”. Hay que invertir más en Siria si se quiere dar esperanza a sus gentes. La cantidad de nueve mil millones de dólares que pretende reunirse en la conferencia de donantes de Londres es relativamente modesta. Alemania ya ha anunciado que aumentará su ayuda para los programas de refugiados de Naciones Unidas de 500 millones hasta 1.5 mil millones de euros. Ahora deben secundarla otros países y hacerlo de forma valiente, generosa y con amplitud de miras. Tiene que ser rápido. Como en cualquier situación de emergencia, la ayuda rápida es ayuda doble. Un aspecto importante es la inversión en formación que debe llevar a cabo la comunidad internacional. Más de la mitad de refugiados sirios no tiene aún 18 años de edad. La formación y las perspectivas son el mejor antídoto contra los reclutadores de yihadistas.