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Opinión: lucha de poder para reemplazar a Ruth Ginsburg

Ines Pohl
20 de septiembre de 2020

Poco después de conocerse la muerte de Ruth Bader Ginsburg comenzó una batalla por su sucesión. Es vergonzoso lo irrespetuosos que son los republicanos en la lucha por el poder, opina Ines Pohl.

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Imagen: Al Drago/Reuters

Ruth Bader Ginsburg fue todo, menos quisquillosa. En sus sentencias, la jueza de la Suprema Corte de Estados Unidos era dura y tácticamente hábil. Por décadas, lucho por la igualdad de género y contra la discriminación de los homosexuales. Por eso fue profundamente idolatrada y a la vez profundamente odiada. Pocas personas pueden dejar tan claramente manifiestas las divisiones actuales que vive la sociedad estadounidense como ella lo hizo.

Tras una larga batalla contra el cáncer, Ginsburg murió a los 87 años. Y la controversia suscitada por quién la reemplazará muestra cuánto se ha hundido la cultura política en Estados Unidos, cuán irrespetuoso es el trato hacia las personas e instituciones cuando se trata de luchar por imponerse en el alto tribunal, una institución cuya influencia no puede ser subestimada. Allí se decide con qué criterios éticos y morales se impondrá la ley en Estados Unidos, si por ejemplo el aborto seguirá siendo legal o si los empleadores todavía tendrán prohibido discriminar a sus trabajadores por su orientación sexual.

Honrar la fallecida

Si, hay mucho en juego. Y dado que los magistrados son nombrados de por vida, el reemplazo de Ginsburg podría reforzar la mayoría conservadora actual por décadas y consolidar un claro giro hacia la derecha en Estados Unidos. Sin embargo, la decencia impone hacer una pausa por un momento, hacer luto y homenajear los logros de la difunta, independiente de las opiniones políticas.

Ines Pohl, corresponsal de DW en Washington.
Ines Pohl, corresponsal de DW en Washington.

Son este tipo de tradiciones las que, en última instancia, consolidan las democracias y permiten una coexistencia pacífica a pesar de las legítimas diferencias. Las sociedades requieren normas para no desmoronarse, y a ellas pertenece el respeto por los difuntos. Existen razones por las cuales las culturas han desarrollado rituales funerarios distintivos, pero nada de esto se percibe en Estados Unidos en estos momentos. Apenas se supo de la muerte de Ginsburg, el líder de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, abrió un debate por la sucesión. Donald Trump esperó solo hasta la mañana siguiente para dejar claro que los republicanos harían todo lo posible para asegurar el escaño vacante en la más alta corte antes de las presidenciales del 3 de noviembre.

Los votantes deberían decidir

Precisamente porque el nombramiento de un miembro de la Suprema Corte tiene enormes implicancias políticas, hay buenos argumentos para esperar hasta que la mayoría de los estadounidenses haya decidido qué curso desea que tome el país. El mandatario electo debería ser quien tome la decisión de acuerdo a lo votado por la ciudadanía. Pero los republicanos no están interesados en considerar estas teorías democráticas y harán todo lo que puedan para asegurar el puesto. Para que esto no ocurra, cuatro senadores de sus filas tendrían que oponerse a su propio partido. Y algo así es muy improbable.

La magistrada Ruth Bader Ginsburg murió a los 87 años.
La magistrada Ruth Bader Ginsburg murió a los 87 años. Imagen: Jeff Chiu/AP/picture-alliance

Está todavía por verse que esta decisión ayude de alguna forma al actual presidente. Puede incluso ocurrir que aquellos que no pensaban votar terminen yendo a las urnas para entregar su respaldo al candidato demócrata Joe Biden, incluso en forma de protesta contra una cultura política que solo sabe de enemigos, y no le interesa una convivencia respetuosa y constructiva. Y quizás también como una muestra final de amor por Ruth Bader Ginsburg. (dzc/rrr)