Opinión: ¡Lutero, vuelve!
31 de octubre de 2016Lutero rompió moldes en el mundo medieval, atreviéndose a contradecir, por igual, al Papa y al emperador. Hace quinientos años eso suponía una condena a muerte segura. Ambos eran la máxima autoridad, pero tratándose de asuntos de fe, el monje agustino no reconocía otra que la de su conciencia. Dudó de la infalibilidad del Papa y negó obediencia a los más poderosos de Europa. Roma reaccionó a esta barbaridad con la excomunión. El emperador Carlos V, proscribiéndolo.
Lutero justificaba su rebelión apelando a la libertad de conciencia. Estaba convencido de que la fe era un regalo. Y de que ni el acercamiento a Dios se puede acelerar mediante buenas acciones, ni se pueden borrar las malas comprando indulgencias.
Revolucionario a su pesar
Estos mensajes teológicos cayeron como una bomba en una época en que florecía el negocio de las indulgencias y comenzaba la era de la imprenta. Renovaron el cristianismo, incluso en la Iglesia Católica y allanaron el camino a la Ilustración. Lutero puso los cimientos intelectuales para la tolerancia, la libertad religiosa y la autodeterminación, tal como las conocemos hoy en día.
El monje agustino nunca se entiendió a sí mismo como un revolucionario, aunque hubiera desencadenado cambios revolucionarios. Era un rebelde conservador. No pretendía un cisma en "su" Iglesia, sino reformarla para retomar los orígenes del Cristianismo.
El que no lo haya logrado obedece también a la falta de voluntad de Roma: el Vaticano se opuso a la declaración de consenso de las conversaciones de Ratisbona en 1541. Con ello se perdía la última oportunidad de un acuerdo, 24 años después de la publicación de las 95 tesis de Lutero.
Disputa entre reformadores
Lutero tampoco fue un buen modelo de tolerancia. No sólo rompió con Roma, sino también con otros reformadores como Ulrich Zwingli, Thomas Munzer y Erasmo de Rotterdam. Por no mencionar el enconado odio al Judaísmo que se impuso en él en su vejez. Sin embargo, allanó el camino a la tolerancia y la Ilustración.
Ni era una figura popular: fue un reformador valiente con un carácter fuerte, pero lleno de aristas. Y se fundió en el ADN alemán. Muchas de sus características todavía son consideradas como "típicamente alemanas": conservador, con principios, combativo, pedante. De vivir hoy día, seguro que disertaría a la vez contra Naciones Unidas, contra la OTAN y contra todos los líderes religiosos.
¡Ah, de levantar la cabeza, Lutero terminaría su trabajo! Seguramente se sorprendería de cuán "evangélica" se ha vuelto la Iglesia Católico. Y ciertamente, se entendería mejor con el papa Francisco que con León X o Clemente VII, los de su tiempo.
De saber que, precisamente, Francisco iba a participar en la conmemoración de la Reforma, el 31 de octubre en la ciudad sueca de Lund, junto a la Federación Mundial Luterana, probablemente habría lamentado haber descrito alguna vez al Papa como el "anticristo". Si hasta es un hombre de su sello: audaz y que quiere reformar su Iglesia.
La reforma de la Reforma
Si sus correligionarios entonces comulgaran junto a Francisco, la obra de Lutero estaría terminada y empezaría la reforma de la Reforma. Toda la comunidad cristiana a la mesa del Señor, eso sería el mejor regalo que podrían darse mutuamente protestantes y católicos en la víspera de los quinientos años de la Reforma.
Francisco parece haber comprendido esto. Justo para el aniversario, hizo poner una estatua de Lutero en la sala de audiencias del Vaticano. Recibió, según informó el 'Süddeutsche Zeitung', a peregrinos desde el corazón de la Reforma. Su respuesta a la pregunta de qué es mejor, católicos o protestantes, podría ser el lema del aniversario: "Mejores son todos juntos".
Para aprender: aquí puede Usted leer la versión original de este artículo en alemán.