Opinión: Putin empeora las cosas
7 de octubre de 2015
Las informaciones sobre víctimas y victimarios, o sobre presuntos objetivos militares, deben ser tratadas siempre con precaución cuando se trata de Siria. En esta guerra en realidad no existen fuentes independientes y la mayoría de los datos que circulan ocultan otros intereses. A los periodistas no les queda más que reunir cuidadosamente la información contradictoria que les llega y con ella intentar formarse una idea de lo que realmente sucede sobre el terreno.
Sobre esta base, es posible entender que las acciones militares lanzadas por Rusia en Siria desde hace una semana no traerán la paz al país. Al contrario, se teme que el conflicto escale más y más y siga saliendo de control.
Los reportes sobre los presuntos ataques rusos contra rebeldes “moderados” e “islamistas” son controvertidos y seguramente lo seguirán siendo. Pero una cosa es evidente: que el presidente ruso Vladimir Putin ha hecho propia la opinión de su protegido Bashar al Assad y ve a todos los opositores al régimen como "terroristas", y no solo a los combatientes del Estado Islámico (EI).
Chiitas contra el eje sunita
Aviones rusos han violado en más de una ocasión, y sin lugar a ninguna duda, el espacio aéreo turco. Esto también muestra que Moscú no está dispuesto a trabajar junto con Occidente por una solución en el conflicto sirio, buscando, por ejemplo, sacar adelante alguna iniciativa conjunta. En lugar de eso, Rusia ha tomado partido en el conflicto aliándose al “eje chiita” con Irán, Irak y el régimen sirio, y de paso ha optado por no rehuir maniobras militares de alto riesgo en un país miembro de la OTAN, como Turquía.
Con esto, Moscú se ha convertido en la región en enemigo de otros importantes actores: numerosos grupos rebeldes, fuerzas tanto islamistas sunitas como seculares, consideran a Rusia como una potencia ocupante y piden apoyo militar. Un llamado de ese tipo tiene buenas oportunidades de encontrar oídos en el “eje sunita” formado por los estados del Golfo Pérsico y Turquía, y obtener dinero fresco para la compra de armas. También por ese lado apenas hay interés por encontrar una solución pacífica que beneficie al pueblo sirio. Solo hay intereses particulares y la lucha por ganar zonas estratégicas de influencia.
Rusos, estadounidenses, iraníes, combatientes de Hezbolá y numerosos mercenarios de países árabes e incluso de Europa luchan de una manera u otra en Siria. La situación es cada vez más compleja y podría también terminar desestabilizando a Irak.
Solución de equilibrio
El número de sirios que emigran hacia Europa, y en especial hacia Alemania, crece y crece. Que las acciones militares rusas pudieran finalmente traer paz a Siria y relajar la crisis de los refugiados en el Viejo Continente es una idea poco realista. De cualquier modo, Putin lleva las de ganar frente a Occidente e intenta imponer su voluntad y sus condiciones.
Moscú se inmiscuye con bastante cinismo en un conflicto donde no solo el Estado Islámico y los grupos rebeldes, sino muy especialmente el régimen de Damasco, han actuado con brutalidad e inhumanidad contra los civiles. La gente no huye solo del Estado Islámico. La gente huye, en particular, de las bombas de Bashar al Assad.
Lo frustrante de todo esto es el hecho de que sin un equilibrio integral de los intereses de quienes participan en el conflicto, es decir, los combatientes sirios, las potencias regionales (Irán, Turquía, Arabia Saudita) y las potencias mundiales (Estados Unidos y Rusia), no habrá paz en Siria. Todos ellos tienen algo de culpa en la interminable carnicería, también Washington con su actitud zigzagueante. Rusia tampoco conseguirá una solución militar ni podrá obligar a los grupos seculares rebeldes a gobernar en coalición con el odiado régimen de Al Assad. La intervención militar de Putin solo ha empeorado las cosas.