Opinión: ¿Quién necesita a la OPEP?
27 de noviembre de 2014¿Qué justifica la existencia de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP)? La respuesta a esa pregunta es: nada. O acaso existe en algún lugar del mundo un cartel que fije los precios del cacao o del café, por ejemplo. No, de eso se encarga el mercado. Y los especuladores participan en el juego. Y si hubiera un cartel definiendo los precios del cacao y el café, los defensores de la competitividad entrarían en acción para prohibir ese gesto intervencionista. Pero, ¿por qué no ocurre esto con el petróleo?
Porque el “oro negro” es el lubricante de ese engranaje conocido como la “economía mundial”. Porque el crudo sigue siendo usado como instrumento de presión política. Porque todavía no hemos entendido lo que le hacemos a la Tierra con la permanente quema de combustibles fósiles.
Amigo para los unos, victimario para los otros
Desde luego, muchos se alegran en este momento por la disponibilidad de petróleo barato: conductores de automóviles, distribuidores de mercancía, empresas navieras, líneas aéreas… Por otro lado hay muchas personas padeciendo serios problemas debidos a la caída de los precios del crudo: los venezolanos y los rusos sufren porque sus respectivos presupuestos nacionales se calculan con base en barriles de alto valor. En este instante, Caracas y Moscú deja de recibir miles de millones de dólares por el desplome de los precios. Quién lo apuesta todo al crudo tiene muy mala suerte.
Por allí circulan teorías de conspiración procurando dar con el culpable de la situación: Arabia Saudita, para frenar el auge del fracking en Estados Unidos. Washington, para castigar a Rusia por su política expansionista en Ucrania. Todos juntos, para secar las fuentes de financiamiento de la organización terrorista Estado Islámico, que gana mucho dinero con la venta de petróleo.
Una institución del pasado
No obstante, también se vislumbra un escenario realista que podría estar propiciando el declive de los precios del petróleo: la debilidad de la economía mundial y la consecuente disminución en el consumo de petróleo. En el pasado, cuando la política internacional era más fácil de explicar, la OPEP reducía sus cuotas de producción para restringir la fluctuación de los precios del crudo. Pero el mundo se ha vuelto complicado sin que la OPEP haya dejado de ser una institución del pasado.
A estas alturas, sin estar en las filas de la OPEP, Estados Unidos es el mayor exportador de petróleo. Tampoco Rusia forma parte de ese gremio. De ahí que a nadie sorprenda la intención de Venezuela de aliarse bilateralmente con Rusia… fuera del marco de la OPEP, por supuesto. Da igual que lo hagan: nadie comprará su petróleo encarecido si otros lo ofrecen más barato. En todo caso, en ese mismo momento dejaría de existir la OPEP y eso no tendría nada de malo.
Esa posibilidad preocupa a unos cuantos: la sobreoferta de petróleo hace fácil olvidar que éste es un recurso natural no renovable. Desde hace décadas se pronostica el “final de la era del petróleo”. Puede que ese umbral no se vislumbre todavía, pero la próxima generación lo tendrá mucho más cerca. Las alternativas abundan, aunque no en cantidad suficiente como para renunciar al carbón, al petróleo o a la energía atómica de la noche a la mañana.
Sin embargo, para el mundo sería mucho más importante –desde varios puntos de vista– fijar un precio justo para las emisiones de anhídrido carbónico, en lugar de fijar el precio del petróleo a puerta cerrada. El petróleo barato nos hace olvidar los problemas reales. Y para resolver estos problemas el mundo necesita cualquier cosa, menos a la OPEP.