Opinión: Theresa May tendrá que aprender a vivir emancipada
13 de marzo de 2018Es el momento de que Theresa May sea dura. El vil ataque contra un ciudadano ruso naturalizado y su hija en suelo británico han causado indignación pública. El agente químico utilizado fue identificado como un tóxico producido en Rusia. Y Vladímir Putin es sospechoso, si no de haber ordenado el ataque al exespía Sergei Skripal, al menos de haberlo autorizado. El Gobierno británico se encuentra así entre la rabia y el desamparo.
Theresa May y su ausente credibilidad
Cuando en 2006 fue asesinado Alexander Litvinenko, también espía y crítico del Kremlin, Theresa May era ministra del Interior. Retrasó el asunto infinitamente únicamente para no enfrentarse con Moscú. Solo después de casi una década se constató la presunta implicación de Rusia.
Desde entonces ha habido más de una docena de muertes sospechosas de ciudadanos rusos en Reino Unido que fueron clasificadas como accidentes por Londres y minimizadas. Pero hay que poner fin a esto. La presión por parte del propio partido de May es enorme. Para los conservadores es intolerable que no haya reacciones duras ante las provocaciones de Moscú. Y la primera ministra tiene que conservar su credibilidad de alguna forma.
La "pequeña Moscú” a orillas del Támesis
Puede decirse que los británicos sembraron sus problemas actuales con Putin. Tras la caída de la Unión Soviética abrieron las puertas a los exiliados rusos, con la única condición de que trajeran dinero. Así llegaron disidentes, espías activos y ya retirados y empresarios. La "pequeña Moscú” a orillas del Támesis se convirtió en una enorme máquina de lavado de dinero y la capital británica se benefició de los nuevos ricos rusos.
Entretanto, la "conexión rusa” se ha convertido en algo frecuente en el establishment. Un antiguo confidente de Putin compró un periódico. Los conservadores recibieron la última vez un millón de euros de bolsillos de donantes rusos. Y los políticos de la oposición aparecen a menudo en los programas de Russia Today.
¿Un contraataque británico?
La primera ministra debe ahora tomar el timón si quiere demostrar firmeza y resolución frente al Kremlin. Londres tiene muchos ases en la manga: desde la expulsión de diplomáticos, es decir espías, hasta la congelación del dinero de los oligarcas; pasando por la desconexión de la emisora Russia Today o la llamada "opción nuclear: una negativa a participar en el Mundial de Fútbol que tendrá lugar en Rusia este verano.
Pero incluso este contraataque, que sin duda afectaría al presidente Putin, solo tendría sentido si estuviera respaldado por todos los europeos. Por ahora nadie ha mostrado disposición a apoyar algo así. Y lo mismo ocurre con unas eventuales sanciones: si solo es Reino Unido quien las impone, de poco servirán.
En la Conferencia de Seguridad que se celebró hace unas semanas en Múnich, Theresa May habló de una nueva asociación en materia de seguridad tras el "brexit". Sin embargo, las reacciones en la Unión Europea fueron escépticas. Nadie quiere que esta cooperación se convierta en una carta en la partida del divorcio.
De repente, un aliado menos contra el Kremlin
El fuerte apoyo frente a Rusia que mostró el ya ex secretario de Estado estadounidense Rex Tillerson quizás le haya costado el puesto. Y a May ya solo le quedan sus palabras de aliento.
La UE, en cualquier caso, no se ha pronunciado firmemente y tampoco ha mostrado solidaridad con Reino Unido como todavía Estado miembro. Formalmente, sin embargo, Londres todavía debería tener el apoyo de sus socios en Bruselas durante un año más. Pero ya no hay una capital política en Bruselas para May. La carretera del "brexit" conduce a la salida de Reino Unido en un año. Y entre bastidores apenas hay disposición a apoyar unas sanciones de Londres contra Moscú.
Es la primera vez que Theresa May experimenta lo que es irse a vivir sola. Y este no es un buen momento para estar aislado internacionalmente. La guerra comercial de Trump y el endurecimiento de su política exterior no dan pie a esperar algo bueno de Europa. Quizás la primera ministra no había pensado antes en esta parte de los costes del "brexit".
Autora: Barbara Wesel (EAL/EL)
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