Opinión: Trump tiene mucho que aprender
8 de diciembre de 2016En Estados Unidos tiene lugar una contienda verbal: el presidente saliente, Barack Obama, y su sucesor, Donald Trump, no coinciden en sus perspectivas sobre la estrategia correcta para luchar contra el terrorismo. Mientras tanto, con el respaldo de Washington, las tropas iraquíes avanzan hacia la ciudad de Mosul, aún ocupada por el autoproclamado Estado Islámico. Y en Siria, decenas de miles de personas huyen de la avasallada urbe de Alepo. La simultaneidad de estos acontecimientos vuelven a dejar claro que las decisiones del Gobierno estadounidense tienen consecuencias, con frecuencia trágicas. Son asuntos de vida o muerte. Están en juego la existencia de Estados enteros y la estabilidad del Cercano y Medio Oriente.
Por eso es importante oír y ver cómo la mayor potencia occidental se expresa y actúa en su lucha contra el terrorismo; específicamente, contra Estado Islámico. Sin aludir explícitamente al próximo ocupante de la Casa Blanca, Obama le dio algunos consejos mientras se dirigía a un grupo de soldados: que recurrir a la tortura es un error; que las leyes también valen para los militares; que prohibir la entrada de musulmanes al país contradice los valores de la nación norteamericana, y que su propia decisión de retirar a las tropas estadounidenses de Irak fue correcta.
El legado de Obama
Así habla un político que defiende su política de seguridad, que reflexiona y exhibe un juicio diferenciado. Por un lado, Obama está orgulloso de que durante su mandato no se haya registrado un ataque terrorista de gran escala. Por otro lado, él es lo suficientemente vanidoso como para evitar mencionar ciertos errores del pasado.
Como la intervención militar estadounidense en Siria, por ejemplo. Obama, un hombre más bien titubeante, se dejó convencer en 2011 por su secretaria de Estado, Hillary Clinton; una mujer que en años anteriores había apoyado la invasión de Irak, haciéndose co-responsable de aquella medida. Una política que pertenece a aquella élite tendiente al intervencionismo: halcones de la política exterior que hasta hoy olvidan y le restan peso a las secuelas de sus mociones, parcialmente catastróficas y padecidas por millones de personas en otras partes del mundo.
De este "establishment” –para usar su propia terminología– se distancia el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, sabiendo que con eso se gana el respaldo de la mayoría de sus compatriotas. Se acabaron los tiempos de la "construcción de naciones”, en que se erigían Estados al otro lado del océano recurriendo a miles de millones de dólares. Los Gobiernos de Kabul, Bagdad, Trípoli y otras latitudes deberían tomar consciencia de ello.
Fiabilidad para los aliados
Digno de destacar: en este sentido, pese a sus grandes diferencias, Obama y Trump no están muy lejos el uno del otro, políticamente hablando. Lo mismo puede decirse cuando se comparan sus posiciones sobre cómo debe financiarse la guerra contra el terror a largo plazo.Tanto Obama como Trump temen que Estados Unidos se desangre económicamente en conflictos militares de nunca acabar.
No obstante, esas coincidencias no disipan las preocupaciones de los aliados del "gigante norteamericano”. Los Gobiernos de Berlín, París, Tokio y Seúl se preguntan cómo será la política exterior de Trump como presidente. Los socios de Washington necesitan saber que quien ocupe la Casa Blanca sea fiable, predecible. Las reacciones del presidente de Estados Unidos deben ser apropiadas, diferenciadas, sopesadas. Nadie sigue a un camorrista. Trump tiene mucho que aprender.
Autor: Miodrag Soric