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Opinión: UE-Turquía, el lema es “externalización”

Barbara Wesel, desde Bruselas (LGC/ERC)17 de octubre de 2015

¿Qué ha cambiado para que, de repente, Bruselas agasaje a Erdogan como a un socio imprescindible?, pregunta Barbara Wesel.

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El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.Imagen: Reuters/F. Lenoir

La lista de acusaciones contra el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, es larga: reprime a la disidencia, restringe la libertad de expresión, encarcela a opositores, promueve la intolerancia religiosa deslizándose hacia un Islam muy conservador. O retoma la lucha despiadada contra los kurdos tras un breve lapso.

Y también geopolíticamente, el hombre es un problema: gracias a él, el autoproclamado Estado Islámico, que obtiene suministros a través de Turquía, es más poderoso. Así que, en realidad, es lógico que las negociaciones de adhesión de Turquía a la Unión Europea (UE) estén congeladas. Con tantas violaciones de los derechos humanos, ¿cómo se puede hablar de convergencia hacia los estándares comunitarios?

En cuestión de semanas, sin embargo, todo ha cambiado. No en Turquía, sino en las mentes de la Comisión Europea. Hay un puesto que la UE necesita ver ocupado con urgencia y Bruselas no tiene mejor candidato que Erdogan: el de vigilante de las fronteras europeas. Los otros aspirantes, Grecia e Italia, se retiraron del proceso. La tarea les resultaba demasiado cara, engorrosa y desagradable. Mejor que lo haga Turquía.

Barbara Wesel, corresponsal de DW en Bruselas.
Barbara Wesel, corresponsal de DW en Bruselas.Imagen: DW/G. Matthes

El “plan de acción” que se está negociando debe explicar exactamente qué tareas tendrá Ankara en sus manos. En principio, Turquía deberá encargarse del registro de refugiados, de tramitar sus solicitudes de asilo y de enviar a casa a aquellos cuyas solicitudes sean rechazadas. Deberá ampliar sus campos de refugiados y evitar que continúen camino hacia Europa. Y, por supuesto, luchar contra los traficantes de personas. Esto último es lo más difícil: ¿por qué habrían de renunciar los policías turcos a los ingresos adicionales provenientes de los lucrativos sobornos?

Los europeos quieren que el presidente turco abra su mercado laboral a los refugiados sirios, ofrezca educación y cobertura médica a sus hijos y que, en resumen, Turquía haga todo eso porque Europa se siente avasallada y quiere defender la riqueza y la identidad nacional, como pueblos cristianos blancos, de muchos países miembros. En los negocios, eso se llama “externalización”. Y se pone, en términos de cinismo, a la altura de permitir el trabajo infantil en Camboya para que la ropa salga más barata en Europa. La UE no quiere ensuciarse las manos, pero deja que otros lo hagan.

Nadie habla del precio político

El presidente turco, no lo hace gratis. Él quiere, antes de las elecciones, ganar puntos y demostrarle a su pueblo que es un estadista de talla internacional. Nadie sabría cuantificar en votos la presencia de Merkel este fin de semana en Turquía, pero para todos los turcos de mentalidad democrática supone una bofetada. Erdogan quiere también reactivar el proceso de adhesión de Turquía a la UE, la exención de visado comunitario para sus compatriotas y el reconocimiento de Turquía como país de origen seguro.

Lo de menos son los miles de millones que pide por su cooperación. Porque lo que quiere el presidente turco es una especie de sello de calidad europeo sobre el buen gobierno, algo así como un sello de “demócrata impecable”. Y la UE está dispuesta, en contra de su propio criterio, a otorgárselo. Ese es el precio por el que Erdogan nos dispensará de encargarnos de controlar nuestras fronteras exteriores. Y es bastante alto. Una vez más se impone la realpolitik sobre unos valores europeos hechos jirones.