Opinión: Un anillo de fuego de París a Bamako
21 de noviembre de 2015"El sol ríe, diafragma ocho". Poco antes de la masacre en Bamako, el ejército alemán, la Bundeswehr, archivó bajo este humorístico título el informe de un curso de fotografía para sus encargados de prensa en Mali. Un día más tarde, nadie tenía ganas de reír. Los islamistas radicales han enviado una vez más la señal inequívoca de que están listos y dispuestos a continuar con su despiadada campaña. Animados además por el impacto que consiguieron en París. "Están mostrando signos de debilidad e incertidumbre", parecían estar diciendo. "Nuestro éxito está creciendo".
París, Ankara, Beirut, Sharm el-Sheikh y Bamako. Y Yola y Kano más al sur: si trazamos una línea entre las ubicaciones de los últimos ataques sangrientos, nos damos cuenta de lo que el ejército llama un "anillo de fuego". Esta zona de inseguridad, delimitada por el extremismo y los conflictos, casi rodea a Europa. Hace veinticuatro años, el soldado de más alto rango en la Bundeswehr, Inspector General Klaus Naumann, ya advirtió de un "cinturón de la crisis de Afganistán a Marruecos". En ese momento, muchos pensaron que no era más que un estratega militar que exageraba el peligro. La declaración de Naumann decía que el fuego real "debe dejar de ser un tabú para los soldados alemanes" y sí que rompió un tabú.
Retirando el "cortafuegos" de Europa
Hoy, el "anillo de fuego" está sólo a unos cientos de kilómetros de Europa. Y la zona tapón entre Mali y la ya casi inexistente Libia es menor de lo que nos hacían creer las vastas arenas del Sahara. La zona se ha librado de algunos dictadores, pero Occidente ha visto desaparecer, con ellos, el cortafuegos que protegía a Europa.
La toma del Radisson Blu, supuestamente uno de los hoteles mejor protegidos en la capital de Mali, estaba de hecho dirigido contra Francia, cuya decisiva acción militar en 2013 evitó el inminente colapso del país. Recientemente logró eliminar a algunos líderes terroristas. Pero el ataque de Bamako también se dirigió contra los aliados de Francia y el modo de vida occidental. Al igual que en los atentados de París, los autores seguían la lógica de los asesinatos masivos indiscriminados. Y los soldados alemanes, actualmente en calidad de instructores, están justo en el medio de todo.
Un patrón similar
París parece haber acrecentado la sed de sangre de los yihadistas. No hay ninguna razón para creer que algún tipo de centro global de mando en Raqqa esté coordinando acciones en el Sahara y el Sahel por teléfono, telegrama o incluso PlayStation. Tales almas gemelas no necesitan ninguna llamada a la acción. Se comportan de acuerdo al mismo primitivo, aunque determinado, patrón. Se hagan llamar 'los centinelas' (Al-Murabitoun), 'los defensores de la fe' (Ansar Dine) o, incluso, 'Estado islámico'.
Hay gente que habla de una Tercera Guerra Mundial, incluso de un enfrentamiento religioso global, ya en curso. Esta retórica belicosa conduce a un callejón sin salida. Más bien, es necesario cerrar filas en el nombre de la civilización, incluso con aliados inusuales, tales como China y Rusia. Los guerreros de este ejército asimétrico son difíciles de vencer, pero son una minoría. Sus aliados pueden ser identificados y aislados por medio de un esfuerzo conjunto.
Un componente militar, sin embargo, será inevitable (y, de hecho, necesario) desde Bamako a Berlín. Si Alemania quiere aliviar la presión sobre su compañero de armas, en Francia, en Mali, será necesario emplear no sólo espadas, pontones y cámaras, sino también fuerzas de ataque, en virtud de un mandato firme de las Naciones Unidas. Tarde o temprano, la sangre fluirá, como el general Naumann una vez advirtió. Al igual que en Afganistán, podrá haber bajas alemanas. Pero el riesgo debe ser tomado para que los elementos moderados, los ciudadanos de a pie, no pierdan la fe… sea cual sea el significado de esta palabra.