El acuerdo de las partes en conflicto –Rusia, Irán y Turquía– sobre las llamadas "zonas de distensión" en Siria, destinadas a estar libres de enfrentamientos, fue una sorpresa para muchos observadores. Sin embargo, si se inspecciona más detalladamente, queda claro que este paso es el resultado de la nueva constelación de poder después de que la Administración Trump decidiera participar de manera más vigorosa en el conflicto.
Recuento: el 4 de abril de 2017, decenas de civiles murieron –entre ellos muchos niños– en un pérfido ataque químico a la ciudad de Jan Sheijun en el noroeste de Siria. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dejó en claro que responsabilizaba al Gobierno del presidente sirio Bashar al Assad del ataque. Como reacción punitiva, ordenó ataques aéreos contra las tropas del Gobierno sirio.
El ataque estadounidense fue un mensaje claro para Rusia
Esta intervención pudo haber añadido tensión adicional a las relaciones bilaterales entre EE. UU. y Rusia. No obstante, envió un mensaje claro a Moscú: desde el lanzamiento de los misiles Tomahawk, a Putin le quedó claro que ya no puede hacer lo que quiera en Siria. La imprevisibilidad de Trump pudo haber alarmado a un Putin más calculador.
El acuerdo ruso-iraní-turco sin duda trae algo de movimiento a las estancadas posiciones en Siria. Por primera vez, casi todas las partes en el conflicto, así como los poderes de intervención pertinentes, apoyan un acuerdo para suprimir la violencia. Las zonas de distensión también han sido discutidas con 27 grupos rebeldes.
Más que nada, las zonas seguras acordadas son una oportunidad para que civiles, que sufren tanto del conflicto, recuperen el aliento y reciban la tan necesaria asistencia. Eso es a pesar de que dichas zonas no son explícitamente las zonas de seguridad humanitaria que observadores y activistas de derechos humanos han estado exigiendo durante años.
Desde que el acuerdo entró en vigor el sábado pasado, la lucha entre los rebeldes y las tropas de Assad ha disminuido un poco. Esto es motivo para un cuidadoso optimismo, pero no es de ninguna manera un punto de inflexión en esta brutal guerra civil.
En este acuerdo, el diablo está en los detalles. Algunos "grupos terroristas" como el llamado "Estado Islámico" y otras milicias vinculadas a Al Qaeda están exentos del cese el fuego. Pero el hecho de que Rusia, Irán y el régimen de Assad puedan definir qué organizaciones son "grupos terroristas", es problemático. Para el régimen de Assad, todas las fuerzas de oposición son terroristas.
Falta de control internacional
El hecho de que no existan planes para el monitoreo internacional de las zonas seguras por parte de las Naciones Unidas también está alimentando el escepticismo sobre el éxito del plan a largo plazo. Además, a Rusia se le ha concedido el privilegio de poder realizar ataques aéreos en las zonas seguras "cuando sea necesario".
El Gobierno de Trump ha ignorado hasta ahora el nuevo acuerdo. Y Rusia quiere cerrar las zonas seguras a la coalición antiterrorista liderada por Estados Unidos, lo que es poco probable que impresione a Washington. Sería mucho más importante si las personas con poder de decisión en Estados Unidos formularan una estrategia coherente para que Siria sirva de base para las negociaciones con Rusia. Entonces sabríamos si las concesiones de Moscú son puramente motivadas por tácticas, o si representan un verdadero cambio en curso.
Tal y como están las cosas ahora, podemos suponer que sin un acuerdo ruso-estadounidense que tenga en cuenta a las otras potencias regionales en este conflicto, el acuerdo con las zona de distensión no se mantendrá. Y es por eso que es probable que la guerra en Siria continúe con las mismas dificultades.