"La Iglesia no puede eliminar el deseo"
14 de febrero de 2015La entrevista con el cineasta chileno Pablo Larraín tuvo lugar poco antes de que se anunciara la decisión del Jurado Internacional de la Berlinale, que otorgó a "El Club" el Oso de Plata, Gran Premio del Jurado.
Larraín dijo sentirse muy impresionado por la recepción de su película "El Club", durante su estreno mundial en la Berlinale. Tras su exhibición a la prensa y la crítica especializada, la cinta fue recibida con una ovación y estaba entre las quinielas de los críticos para obtener los máximos galardones de la Berlinale.
"El Club", aborda con elegancia los temas más polémicos y tenebrosos de la Iglesia Católica. En entrevista con DW, Larraín se mostró convencido de la necesidad de una reforma profunda de esa institución en la que él creció. También habló sobre su manera de trabajar y reveló qué es lo que considera más importante a la hora de hacer una película.
Usted ha mencionado que en torno al tema de la película hay un recorte de periódico... ¿Nos podría contar más sobre cómo surgió la idea?
Básicamente se remonta a mis años en el colegio. Yo fui educado en colegios católicos. Y conocí a muchos curas, muchos de esos curas eran buenas personas. Curas respetables. Después conocí a curas que hoy en día están en la cárcel, o en procesos judiciales, y después me enteré de que hay curas que están desaparecidos, están perdidos. Y esa es la inquietud. ¿Dónde están esos curas? ¿Porqué desaparecieron? ¿Adónde los mandan? Y esas preguntas empezaron a surgir a partir de la investigación de la película. Por eso decimos que éste es “El Club”, el club de los curas perdidos. Nos dimos cuenta de que la iglesia tiene una manera sistemática de trabajar basada en el secretismo y en el silencio. Cuando estos curas tienen algún problema, en vez de llevarlo ante la justicia civil, los llevan a un lugar desconocido en donde purgarán sus pecados por siempre.
Aunque usted ha subrayado que no es una denuncia, su película es una crítica social a esta actitud de la Iglesia de esconderlo todo, incluso crímenes…
Es un comentario. Nosotros hacemos cine, no periodismo. No estamos acá para decirle a la gente lo que está bien y lo que está mal. Nosotros sólo trabajamos con materiales que nos parecen interesantes, que nos parecen poderosos. Con lugares humanos en donde hay peligro, en donde hay humanidad. Y por supuesto que aquí hay todos esos elementos. Entonces, es fascinante poder tomarlo, transformarlo y reutilizarlo en una película.
La Iglesia católica ha sido criticada por provocar daños en muchas sociedades de América Latina... ¿También en Chile?
En la medida en que no ha sido capaz de asumir sus propios errores, en que no ha sido capaz de castigar bien a quienes cometen atrocidades dentro de la Iglesia y en nombre de Dios, se ha transformado en una Iglesia alejada de la gente. Una Iglesia que no produce confianza y una iglesia que se supone que es el canon moral, pero que, cuando comete el pecado, no pide perdón. Por tanto se produce una distorsión muy profunda y creo que la película da cuenta de eso.
¿Así como en Alemania tuvo lugar la reforma de Lutero, usted considera que el actual Papa tendría que emprender profundas reformas en la Iglesia si quiere conservar a sus fieles?
Yo creo que el Papa tiene un gran desafío por delante, y por lo que veo, ya ha hecho cambios interesantes pero no son profundos ni estructurales. Si el Papa quiere realmente cambiar el destino de la Iglesia, debe hacer cambios muy profundos. Cualquier cosa que haga que sea tibia, que no sea realmente relevante, no tendrá ninguna significanción en el tiempo.
¿Considera usted que la Iglesia está lista para eliminar uno de sus tópicos más polémicos, como es el celibato?
La Iglesia reinstauró el celibato hace algunos siglos atrás y eso es quizá uno de los errores históricos más poderosos que ha cometido la Iglesia. La idea de que el sexo es sólo un acto con un objetivo reproductivo es una aberración de la condición humana porque elimina el deseo y no se puede eliminar el deseo de nuestro cuerpo. O se organiza o se administra bien. Pero bloquearlo, intentar anularlo, si se deja el sexo como un acto reproductivo, es pedirle lo imposible a un cuerpo que tiene pasión, que tiene deseo, que necesita el sexo.
En la película no hay ninguna escena de sexo, salvo una, en la que el espectador no es testigo del disfrute carnal, sino que es una escena de sexo enfermizo. ¿Eso ha sido algo intencional?
Queríamos mostrar a la “víctima” en una aproximación sexual, un encuentro sexual fallido. Es una persona que ha sido abusada tantas veces que a la hora de enfrentar una relación sexual normal no puede y pasa lo que pasa en la película. Es tanta la distorsión de ese hombre que ha sido educado y abusado por sacerdotes que a la hora de tener una relación sexual normal sencillamente no puede y la película da cuenta de eso.
¿Cómo trabajó con los actores? Ha mencionado que no les dio el guión completo sino que les fue dando su parte cada día, con el objetivo de dotar los diálogos de cierta frescura...
Así fue como trabajé. Intentamos un método que no sabíamos si iba a funcionar o no, pero fue ese. No les conté verbalmente el argumento a los actores, más o menos de manera bastante ambigua, y luego íbamos leyendo las escenas durante el rodaje. Si la escena era corta, el mismo día, si era larga, la noche anterior. Lo que me permitió algo muy particular. Los actores, en primer lugar, son gente con mucho oficio. Enfrentaban la escena con una frescura muy particular. Este método nos permitió capturar eso. Aunque ninguno de los personajes sabía quien era el otro, ni sabían porqué estaban ahí, cuando estaban juntos parecía que llevaran 50 años juntos y eso lo capta la imagen. Hay que aprender a conocer las posibilidades del cine. No digo que ésta sea la única manera de hacer cine, por favor. Hay grandes actores que han hecho grandes papeles preparándolos por meses y hay muchos métodos posibles. Pero éste es uno de ellos y también funciona.
Se ven diálogos muy ingeniosos, con mucho sentido del humor, con los que los personajes se burlan de la Iglesia. Usted ya mencionó que se divirtieron al hacer la película. ¿Hasta que punto estos diálogos se improvisaron, fueron aportados por los actores?
Yo diría que hay un 80% escrito en el guión y un 20% que fue improvisado por los actores en el set.
Usted es uno de los cineastas chilenos que representa la vanguardia en el cine latinoamericano. ¿Qué consejo le daría a una persona que empieza a hacer cine, qué es lo importante para hacer una película?
Lo importante es tener el coraje de poner el imaginario y los deseos de uno en la pantalla. Si uno hace eso y lo transforma en algo personal, es posible que eso le afecte a otros y que funcione. Si se pone uno a pensar solamente en el otro, en el espectador, entonces la película podría carecer de autenticidad. Y es ahí en donde se produce el error. Es una mezcla, pero parte de uno. Es uno el que tiene algo que decir y hay que organizarlo, pero hay que tener la fuerza y la voluntad de decir eso que a uno le pasa: ¿Cuál es tu deseo, tu motivación? ¿Qué te conmueve a ti? Y cuando lo haces, te das cuenta de que no eres tan raro y de que eso mismo puede conmover a otros.