Pague lo que quiera: entradas de teatro a gusto del espectador
8 de febrero de 2010La mujer echa un vistazo a su monedero. Después, mira a la cajera y le pregunta: "¿Está bien si pago quince euros?" La cajera asiente con la cabeza e imprime una entrada en segunda fila para la siguiente representación de "Nathan der Weise" ("Nathan el sabio").
En condiciones normales, el billete habría costado 32 euros. Pero hoy son los espectadores los que establecen el precio de las entradas en el Teatro Thalia de Hamburgo. La mayoría de ellos parece no tener muy claro cuál debe ser el precio a pagar por la función.
"A la gente le resulta más bien extraño, por no decir incómodo, que les dejemos en sus manos la decisión de fijar el precio de las entradas", explica Ludwig von Otting, el gerente del teatro. Pese a todo, está convencido que la iniciativa no se saldará con pérdidas.
El valor de la cultura
De hecho, lo de menos en esta ocasión es la recaudación que se acabe alcanzando, asegura Von Otting. Lo importante es que los espectadores reflexionen acerca del valor de la cultura, además de sensibilizarlos sobre la cuestión de las subvenciones.
El Teatro Thalia recibe cada año 17 millones de euros procedentes del gobierno regional. "Es decir, cada ciudadano de Hamburgo paga por el teatro tres céntimos de euro diarios", explica el director, Joachim Lux. Definitivamente, no es una cantidad desorbitada.
Sin embargo, cuando la discusión se centra en los impuestos y en cómo se gasta el dinero de los ciudadanos, muy a menudo se olvida que gracias a esos impuestos se pueden sostener instituciones como el Thalia. El director del teatro hace un llamamiento a una mayor solidaridad.
A Lux le viene a la cabeza un ejemplo de la cercana Dinamarca. "Allí nadie dice: 'trabajo medio año sólo para el Estado'. La gente prefiere plantearse la cuestión desde un punto de vista positivo: 'A partir del mes de agosto trabajaré para la construcción de la escuela de primaria, en septiembre lo haré para la restauración de la plaza del mercado y en octubre para la conservación de las calles'. De esa manera, todo toma un sentido completamente distinto", afirma Lux.
La gente debe ser consciente de por qué paga impuestos, algo a lo que la iniciativa del Teatro Thalia puede contribuir. Como remarca Lux, las subvenciones ayudan a preservar la calidad de las obras y la independencia artística.
Voto de confianza del público
Para el director del Teatro Thalia, el experimento supone también someterse a una especie de voto de confianza por parte del público. "Si los ciudadanos no consideran valioso nuestro programa, si no acuden al teatro, entonces nada tiene sentido", explica.
A la función de esta noche han acudido unas 700 personas. Algunas ya han ocupado sus asientos, otras se encaminan todavía desde el vestíbulo hacia la sala.
Comienza la función y algunos espectadores parecen algo irritados. Un altavoz cuelga en mitad del escenario, no aparece ningún actor, únicamente sus voces retumban a través de la sala en un espectáculo que se alarga por espacio de media hora.
Una escenificación que no parece agradar a todo el mundo. En la segunda fila de asientos, empieza el cuchicheo: "Si lo hubiera sabido, habría pagado menos", murmura una señora. Su vecina de butaca asiente con la cabeza.
Aumento de la recaudación
Al final de la función, llega el momento de hacer caja. Los asistentes han pagado cantidades que oscilan entre uno y 180 euros por una entrada para "Nathan der Weise". Y, sorprendentemente, la facturación resulta ser más elevada que en las representaciones en las que el teatro fijó el precio de las entradas.
De media, los asistentes han pagado 14 euros por entrada, cuando la media habitual se sitúa alrededor de los 12 euros. Todo un voto de confianza por parte del público, considera Lux, teniendo en cuenta que fueron ellos mismos los encargados de fijar el precio de la entrada antes de asistir a la representación.
Cierto es, sin embargo, que más de un espectador admitió tras la función que habría pagado menos dinero una vez visto el espectáculo. Una posición que el director del Teatro Thalia rebate asegurando que no pueden elaborar un programa pensando únicamente en satisfacer los gustos del público.
"La cuestión es la calidad, es decir, que podamos mostrar siempre producciones del máximo nivel", explica Lux. Una calidad que sólo es posible en el teatro hamburgués gracias al hecho de disponer de una compañía estable. Tampoco hay que perder de vista el aspecto social: los actores disponen de contratos fijos, con la seguridad que ello comporta.
Teatro a pesar de la crisis
Entre los teatros de la escena germanófona, el Teatro Thalia de Hamburgo figura en el segundo lugar en la lista de escenarios más caros. El primer lugar lo ocupa el Schauspielhaus de Zürich. Pese a todo, los aficionados siguen estando dispuestos a pagar por ello. Incluso en tiempos de crisis económica, como explica el gerente, Ludwig von Otting. Bien pudiera ser que ir al teatro en tiempos de crisis se hubiera convertido en una vía para huir de la realidad.
Autor: Janine Albrecht (ev)
Editor: Enrique López Magallón