El autoproclamado anarco-capitalista Javier Milei había anunciado ya durante su campaña que daría la espalda a China, en toda la línea. Había demostrado su desprecio por el socialismo y el comunismo, entre otras cosas, cuando insultó al Papa Francisco, también argentino, y dijo que "predica el comunismo”. En cambio, Milei se propone intensificar el comercio con Estados Unidos e Israel.
Si el próximo jefe de Estado argentino lleva sus anuncios a la práctica, esa sería la forma más radical de "desacoplamiento” económico de Pekín efectuada hasta ahora por una economía democrática. Y un craso vuelco de la política argentina. Apenas el año pasado, el presidente Alberto Fernández había firmado un "memorándum de entendimiento”, en virtud del cual Argentina se convertiría en un país receptor de inversiones en el marco del megaproyecto chino de la "Nueva Ruta de la Seda”. El saliente presidente Fernández calificaba a China como un "verdadero amigo”.
Por eso, a Pekín no le hace precisamente mucha gracia el cambio de derrotero de Milei. Una portavoz del Ministerio chino de Relaciones Exteriores calificó el plan como un "gran error”. Sudamérica se ha vuelto cada vez más importante para China en las pasadas dos décadas. En ese lapso, el comercio bilateral creció de 18 mil millones de dólares a un volumen de 450 mil millones. En 2035 habría de cifrarse en unos 700 mil millones.
Pekín necesita a Latinoamérica, y viceversa
Entretanto, Chile exporta a China tanto como a Estados Unidos y Europa juntos. China es el mayor inversionista en Brasil, con un volumen que supera al de España y Estados Unidos en conjunto. Los créditos otorgados por institutos chinos a los países de América Latina son mayores que los del Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo. También Argentina es un beneficiario: en agosto de este año, un crédito puente de Pekín permitió al gobierno de Buenos Aires pagar al FMI un tramo de deuda que vencía.
Para el gobernante chino, Xi Jinping, los lazos con Argentina, y con Latinoamérica en general, no tienen solo un significado económico. Desde que asumió el poder, en 2013, ha visitado la región en 11 oportunidades, subrayando su prerrogativa de tener presencia en esa zona del mundo tan cercana a su archirrival, Estados Unidos.
Hasta 2013, varias naciones de América Central reconocían diplomáticamente a Taiwán, y no a la República Popular China. Pero, desde entonces, la República Dominicana, Nicaragua y Panamá han cambiado su postura y reconocido a Pekín. Está por verse si Milei cambiará a su vez su política con respecto a Taiwán y, tras una ruptura con China, reconocerá a la pequeña democracia insular.
Por el momento, resulta difícil prever cuáles de sus planes podrá aplicar realmente el radical libremercadista Milei. Si, al final, Pekín pierde de verdad el acceso a la Argentina, eso podría tener el efecto de una señal para otros países. Al mismo tiempo, se plantea en Buenos Aires la pregunta de si, en vista de su extremadamente precaria situación financiera, Argentina debería desairar ahora a un poderoso otorgador potencial de créditos, como lo es la República Popular China.
Alexander Görlach es senior fellow del Carnegie Council for Ethics in International Affairs e investigador asociado de la Gallatin School de la Universidad de Nueva York.
(ers/cp)