Proceso de duelo: “No hay ningún consuelo”
26 de marzo de 2015Fue su “tsunami personal”. El 24 de diciembre de 2004, su hijo Alexander perdió la vida en un accidente de tráfico a los 22 años de edad. En medio de la catástrofe del tsunami en Asia, Renate y Jürgen Korntheuer se vieron confrontados con la repentina muerte de su hijo.
“Estuvimos como paralizados. Nada nos importaba, no importaba si comíamos o dormíamos o si no lo hacíamos”, recuerda Jürgen Korntheuer. “El mundo dejó de moverse, estábamos encerrados en nuestra tristeza y las personas a nuestro alrededor parecían extraterrestres”.
“Un silencio inmisericorde”
Cuando el matrimonio de Hamburgo se enteró del accidente del avión de Germanwings el pasado martes (24.03.2015), las viejas heridas volvieron a sangrar. “No hay consuelo ni mucho menos consejos”, dice. “Les deseo a todos los padres y parientes que, en este momento, cuenten con el apoyo de familiares y amigos, no hacen falta muchas palabras”.
A la difícil etapa que sigue a las condolencias y los funerales los psicólogos le llaman “duelo”. “El primer año es terrible”, explica Georg Schwikart, agente de pastoral evangélico. En estos momentos, Alemania todavía está unida. “Pero cuando el público regresa a su rutina diaria viene la profunda desesperación”.
“Silencio inmisericorde”, así le llaman Reante y Jürgen Korntheuer al momento en el que uno comprende que “el hijo nunca volverá a entrar por la puerta, nunca volverá a sentarse en la mesa con nosotros”. “La vida después de la muerte de un hijo es una vida nueva. Cada uno recorre este camino por sí solo, ningún agente de pastoral puede ayudar”, cuentan.
Grupos de autoayuda como salvavidas
En noviembre del año pasado, poco antes del décimo aniversario de la muerte de su hijo, la pareja habló por primera vez en público, en un programa de televisión alemana, sobre el largo, silencioso y doloroso proceso de duelo. Lo que les ayudó durante ese tiempo fue el contacto e intercambio con otras personas que habían sufrido algo similar.
Así, el matrimonio de Hamburgo se unió a la asociación “Padres y Hermanos Huérfanos”. En toda Alemania, más de 500 grupos de autoayuda forman parte de esta asociación. Aún años después de la tragedia, el asesoramiento y apoyo psicológico para los afectados es extremadamente importante, puesto que muchos familiares se sienten desbordados con el duelo.
La exmaestra Bärbel Friedrich, presidenta de la asociación “Padres y Hermanos Huérfanos”, tuvo la misma experiencia. Cuando su hija murió en 1993, muy pronto se sintió abandonada por su entorno social. “Cuando el shock desapareció, quise hablar con alguien, pero después de poco tiempo mis colegas ya no querían saber nada de ello”, recuerda. “La gente esperaba que me reincorporara rápidamente a la vida cotidiana y volviera a funcionar”.
Pareciera ser un dilema de las sociedades modernas: por un lado, hoy día los familiares de las víctimas pueden recibir mayor ayuda psicológica que hace 20 años. Por otro, la vida laboral muchas veces obliga a excluir el duelo de los afectados de la vida pública.
No queda tiempo para despedirse
El agente de pastoral Schwikart no cree que sea bueno desterrar el duelo del entorno social o tratar de acortarlo con asesoramiento psicológico profesional. “Cuando un avión se estrella, los familiares no tienen tiempo para despedirse. Eso lo tienen que hacer más tarde”, dice. Muchas veces lleva años hasta que se pueda aceptar la muerte de un ser querido e integrarla a la vida, cuenta.
Después de su “tsunami personal”, Renate y Jürgen Korntheuer volvieron a comenzar de cero, y han soportado un vacío y dolores inimaginables.