España: Rajoy se va de la Moncloa, pero la vida sigue igual
1 de junio de 2018"Ha sido un honor ser presidente de España y dejar una España mejor que la que me encontré”. Así se despidió este viernes (01.06.2018) el conservador Mariano Rajoy, minutos antes de que el Congreso de los Diputados aprobase la moción de censura que ponía fin a su mandato. Lo hizo sin un ápice de arrepentimiento, rebosante de orgullo: "Ojalá mi sustituto pueda decir lo mismo en su día”.
Por primera vez en la historia de la democracia española, una moción de censura ha acabado con un Ejecutivo. Detrás del éxito de la moción hay una palabra en alemán: Gürtel. Significa "correa”, que también es el apellido de Francisco Correa, cabecilla de una trama de corrupción sin precedentes en las últimas décadas. Un tribunal condenó por ese caso a 29 personas. El Partido Popular (PP), la formación del ya expresidente del Gobierno, fue condenado como partícipe a título lucrativo y obligado a pagar 250.000 euros de multa.
"La caída de Rajoy efectivamente se puede entender como un castigo político a la corrupción”, explica a DW el politólogo español Jorge Galindo. "La sentencia certifica que el partido del Gobierno se estaba financiando de manera ilegal. Además, aunque Rajoy no era acusado en el juicio, sí que aparecía como testigo y el juez en su sentencia evalúa el testimonio de Rajoy como poco creíble”, añade el investigador.
La también politóloga Berta Barbet cree que no se trata únicamente de la corrupción en sí, sino de "la gestión que se ha hecho de la corrupción”. A su juicio, el Ejecutivo saliente ha tenido cierta "soberbia” a la hora de dar una respuesta, de pedir perdón, indica en una entrevista con DW. Un estilo que, cree, también ha ejercido en otros ámbitos. Rajoy, el presidente que se vanagloriaba de leer solo periódicos deportivos, no paga con su cargo por los delitos de otros. El gallego paga por haber menospreciado la cuestión, por haber negado en todo momento la gravedad del problema, por haber abanderado que la corrupción en su partido era cosa de "casos aislados”. Algo que siempre puso en cuestión la oposición, pero que se volvió insostenible la semana pasada, cuando se publicó la sentencia que hablaba de un "auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional”. El terremoto político fue inmediato. Ocho días tardó en caer el presidente.
Pocas expectativas de cambios sustanciales
Ahora Pedro Sánchez, que ya intentó llegar a la Moncloa tras las elecciones de 2015 y 2016, conquista por fin la ansiada presidencia del Gobierno. Su promesa: un Ejecutivo "socialista, paritario y europeísta”, así como hacer del "consenso” y la "estabilidad” sus puntos cardinales. En el centro de su agenda están la regeneración democrática (con la independencia de la televisión pública como una de sus grandes banderas), la estabilidad presupuestaria, la igualdad de género, la recuperación del Estado de bienestar o la protección del medio ambiente. Este sábado (02.06.2018) toma las riendas de "un Gobierno que hará del diálogo su forma de hacer política”. O eso dice.
Un diálogo que, no obstante, se antoja complicado. "Tenemos que ser cautos con las expectativas de cambio”, insiste Galindo. "Aunque había un acuerdo claro para echar a Rajoy, era solo la primera fase del juego político, por decirlo de algún modo. Para la segunda fase, que es qué hacemos ahora, no hay una base sólida sobre la que construir algo”. La separación ideológica entre la constelación de formaciones que ocupan los escaños parlamentarios sigue siendo muy grande, recuerda el politólogo.
El eterno problema catalán
El desafío independentista en Cataluña volverá a estar en el centro de la actualidad política española. Los socialistas, que impulsaron la moción de censura, han necesitado del apoyo de fuerzas nacionalistas e independentistas para destituir al Ejecutivo conservador. Y no falta quien teme que el conflicto entre la Cataluña secesionista y el Gobierno central eclipse la búsqueda de soluciones para los problemas cotidianos de la ciudadanía. La realidad es que el juego de banderas entre nacionalistas y centralistas todavía no ha dado respuestas a la fuga de cerebros, al desempleo juvenil, a las demandas de los pensionistas o la precariedad laboral.
Será difícil, explica Galindo, que Sánchez consiga construir mayorías para sacar adelante muchas de sus propuestas. Los independentistas pedirán algo a cambio de su apoyo. Además, insiste el investigador, "una mayoría de votantes independentistas sigue instalada en la unilateralidad y en el rechazo al proyecto español en su conjunto, entonces parece muy complicado que se acerquen posiciones desde ese lado”.
La otra pieza del rompecabezas son los autoproclamados liberales de Ciudadanos, que antes sostenían al PP en el Gobierno y ahora se han abstenido a la hora de votar la moción de censura. El partido, que llegó a acusar al Ejecutivo de Rajoy de ser demasiado blando con los independentistas catalanes, está cosechando un gran apoyo en las encuestas electorales. Por eso, cree Galindo, tiene más bien pocos incentivos para colaborar en la búsqueda de acuerdos amplios.
¿Elecciones a la vista?
España comienza junio con un nuevo Gobierno, pero nadie se atreve a pronosticar cuánto durará. La clave, según coinciden ambos politólogos consultados por DW, está en Pedro Sánchez. "Es probable que quiera disfrutar del hecho de ser presidente para generar cierto liderazgo de cara a las próximas elecciones”, sostiene Barbet. Galindo se muestra convencido de que el socialista convocará elecciones cuando le interese. "Eso dependerá de si consigue cosas y puede ofrecérselas a su electorado”. O de que no consiga nada, pero pueda culpar de ello a otros, agrega.
Lo que parece claro es que tanto el Gobierno como la oposición estarán casi más pendientes de la siguiente cita electoral que de las posibilidades de hacer cambios sustanciales en esta legislatura. El Gobierno de Rajoy ya es historia. Pero, como cantaba Julio Iglesias, la vida sigue igual.
Autor: Enrique Anarte (ERS)
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