Ratzinger: el Nr. 1 del Vaticano
8 de abril de 2005Durante las exequias del Papa Juan Pablo II los ojos del mundo católico se volvieron hacia quien fuera su mano derecha: el cardenal Joseph Ratizinger. El prelado alemán, desde 1981 prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es uno de los hombres más poderosos de la Iglesia Católica. Apreciado y temido por su agudeza y brillante retórica, mostró en la misa funeraria su rostro más emocional, al recordar extensamente pasajes de la vida del fallecido pontífice y asegurar a los fieles que "nuestro querido Papa está en la ventana de la casa del Padre, desde donde nos ve y nos bendice".
Figura papable
Sus palabras fueron 13 veces interrumpidas por los aplausos de la gente, en esta conmovedora ceremonia sin precedentes en el Vaticano por su carácter multitudinario y el fervor de los asistentes. Quien lo vio presidir la liturgia este viernes, en Roma o por televisión, difícilmente pueda haber evitado pensar que su figura tiene algo de papal. De hecho, como decano de los cardenales reunidos en el Vaticano, tendrá un papel clave en el cónclave que elegirá al próximo Sumo Pontífice y su propio nombre ha sido mencionado más de una vez como uno de los posibles candidatos al trono de San Pedro.
Conocido por la severidad con que desempeñó su cargo de guardián de la doctrina católica, se ganó la fama de una especie de moderno inquisidor. Especialmente grabado quedó en América Latina el papel que desempeñó para bloquear el camino de la Teología de la Liberación y marginar a su principal exponente: Leonardo Boff. Sin embargo, no siempre fue ésa su actitud. En la década del 60, imbuido del fresco espíritu del Concilio Vaticano II, se lo consideraba abierto al mundo e interesado en las reformas.
Pocas probabilidades
Pero ésa es una historia muy antigua. Ratzinger representa hoy la corriente más conservadora de la Iglesia Católica y, aunque algunos siguen considerándolo un candidato de primera línea para dirigir la Iglesia, la mayoría no le asigna mayores posibilidades. Al margen de su postura rígida, que provoca polémica en los sectores más liberales, juegan en su contra su avanzada edad (78 años) y el hecho de ser alemán, ya que muchos estiman que, tras un Papa polaco, difícilmente se escoja a alguien de un país vecino o del Este de Europa.
El propio Ratzinger parece no tener ambiciones papales. En los últimos años expresó varias veces su deseo de dejar su cargo de Prefecto, por razones de salud y para poder dedicarse a escribir. Los únicos que mantienen imperturbable su convicción de que será el próximo Pontífice y lo afirman abiertamente son los representantes de su ciudad natal. El alcalde de Marktl cuenta con que, si el cardenal germano resulta elegido, la localidad se volverá mundialmente conocida de la noche a la mañana. De seguro ésa no es la principal inquietud de Ratzinger, quien ha de velar por llevar a buen puerto el procedimiento de la sucesión y, de todos modos, influirá poderosamente en el cónclave que se iniciará el 18 de abril.