Historias de refugiados venezolanos en Alemania (III)
16 de noviembre de 2018Giomar Salazar fue durante 22 años policía en el municipio caraqueño de Chacao, conocido como uno de los focos de oposición al chavismo más importantes del país. La oficial de 42 años cuenta a DW que se vio obligada a buscar refugio en Alemania luego de que 14 de sus compañeros fueran "involucrados en el supuesto extravío de un arma de fuego”. El arma habría estado "presuntamente involucrada en el homicidio de un periodista que era afín al Gobierno", explica. Los 14 fueron encarcelados y dos de ellos están aún en prisión, a pesar de tener una orden de libertad de un tribunal, apunta Salazar. Ella no fue detenida, revela, pero recibió amenazas y hostigamiento laboral para que testificara en contra de sus colegas. "He llegado a la conclusión de que fue la mano de Dios, porque ninguna otra cosa me salvó”, manifiesta. "El miedo me llevó a salir de mi país. Si ellos estaban presos, aun teniendo una orden de libertad de un tribunal, cualquier cosa podía pasarme a mí también", dice, "en cualquier momento el Sebin (Servicio Bolivariano de Inteligencia) podía venir por mí”.
Giomar llegó a Alemania con su hijo en 2017. El Gobierno alemán les concedió una protección de 3 años en calidad de refugio humanitario. Habla con mucha soltura y confianza. Su tono optimista destaca como uno de los rasgos más conspicuos de su personalidad. "Para mí el proceso ha sido excelente, no tengo ninguna queja, ha funcionado en los lapsos que establece la ley”, admite. La experiencia de vivir en un refugio, sin embargo, contrasta con la eficiencia del proceso migratorio al ser "una dinámica de vida a la que simplemente no estás acostumbrada”. Debido a su trabajo, recuerda, no podía evitar asociarla con "estar presa”.
Después de pasar por dos refugios en Leipzig, Giomar y su hijo de tres años viven ahora en un apartamento asignado por el Gobierno en la misma ciudad, y reciben manutención en condición de núcleo familiar. El niño sufre de una enfermedad crónica y en Alemania ha podido continuar su tratamiento, algo que ella agradece: "La atención médica que ha recibido mi hijo ha sido excelente, ha estado bien atendido en todo momento”. Con voz decaída, admite: "Mi hijo posiblemente hubiese fallecido en cualquier crisis que hubiera tenido en Venezuela”.
"Vivir en un refugio como madre soltera es difícil”
Como mujer en el refugio, no tiene "mayores quejas”. No obstante, califica como "duro” un día que pasó en un refugio de Dresde. "Me sentía observada minuciosamente”, recuerda. En el lugar, según relata, ella era la única madre soltera, algo que "no era bien visto por muchos de los refugiados”. Salazar agrega que una de las voluntarias del refugio le sugirió que al día siguiente fuera a una sede de la Cruz Roja a hacerse exámenes médicos "porque no era seguro permanecer en el refugio”. La venezolana califica la experiencia de ir al centro de salud como "uno de los días más duros” de su vida. "Me perdí al salir de la Cruz Roja, no sabía como llegar a la estación de trenes, traté de buscar ayuda y nadie podía ayudarme”, dice. "Fui bien tratada, pero la vida en un refugio en Alemania como madre soltera es difícil”.
En su calidad de agente policial, la mujer confirma que "sí hay un terrible problema en cuanto al consumo y tráfico de drogas en los refugios”. Explica que la conducta al margen de las leyes y la convivencia social no afecta negativamente el proceso migratorio de los refugiados que incurren en delitos, lo que ella encuentra "difícil de comprender”.
"Sabíamos que había refugiados que consumían y vendían drogas porque lo decían abiertamente y el personal de seguridad también lo sabía”, continúa. "Si esas personas van a recibir protección y van a vivir acá, pueden convertirse en un problema para la sociedad".
Salazar coincide con los otros venezolanos refugiados consultados por DW en que la atención de la población infantil en los refugios no es la más adecuada. "Las condiciones de los niños son dramáticas. No van a la escuela, no tienen ninguna actividad didáctica”, apunta.
También observa que en Alemania hay muchas organizaciones que prestan ayuda a los refugiados, pero la mayoría lo desconoce y la barrera del idioma se impone. "Puede que tengamos culturas y colores de piel distintas, pero si hay algo característico en todos los refugiados es el miedo y la esperanza de poder tener una mejor vida”, expresa categóricamente. "He conocido personas que han sido víctimas de tráfico humano, que han sido abusadas o que han sido secuestradas en otros países y debería existir una atención en los refugios especializada para orientarlas”.
Asimismo, corrobora que las riñas son comunes. "Tenía que proteger a mi hijo”, recuerda. "Mientras más tiempo pasa la gente ahí, el nivel de estrés va aumentando. Las personas se ponen más irritables. Cualquier cosa puede generar una pelea y no les importa si hay niños alrededor”. Salazar advierte que este es uno de los aspectos que amerita una mejor política en los refugios.
Esperanza perdida en Venezuela, recuperada en Alemania
A pesar de los obstáculos del principio, la situación para ellos ha mejorado y Salazar mantiene un buen ánimo. Ahora estudia alemán y su hijo va a un jardín de infantes especializado en niños con problemas de salud. "He conocido gente que me ha ayudado mucho, que me ha tendido la mano”, expresa con satisfacción; aunque concede que "no es fácil relacionarse con los alemanes”, principalmente por el idioma. "Han sido muy amables conmigo, me han ayudado con mi hijo, siempre que lo ven le regalan dulces, le tienen cariño. La doctora que se encarga de su caso es para mi un ángel”, dice.
Una bondad de Alemania que Salazar celebra es "la honestidad con la que trabajan los funcionarios públicos”. La famosa eficiencia alemana parece mostrarse claramente en los procesos de asilo. "El orden, la organización con la que hacen todo, me parecen extraordinarios”, manifiesta.
Giomar ve su futuro en Alemania con mucho optimismo. Cree que el país puede ofrecerle muchas cosas a ella y a su hijo que en Venezuela no serían posibles. "Estoy encantada de estar en Alemania, quisiera quedarme aquí. He podido retomar la esperanza y tener proyectos, tener planes, porque una de las cosas más terribles que vives en Venezuela es que pierdes la esperanza, pierdes tus sueños, tus planes y tus metas se desvanecen”, dice.
A pesar de las dificultades, ninguno de los refugiados venezolanos que compartieron sus historias con DW se arrepiente de haber venido a Alemania. Consideran que no habrían encontrado el mismo recibimiento en lugares como España, Colombia o Estados Unidos. Para Daniel y Giomar la situación ha mejorado considerablemente y las buenas perspectivas que le ofrece el país europeo, reforzadas por procedimientos transparentes y eficientes y un alto nivel de seguridad, les dan esperanza de un futuro mejor en el país europeo.
(er)
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