Rehuyendo a la recesión: ¿ayudas al mercado del automóvil?
30 de octubre de 2008La máquina de perfilar medidas se ha puesto en marcha. Con la crisis financiera amenazando a las economías reales nadie quiere aparecer de brazos cruzados. Pero como tampoco es cuestión de asustar al consumidor, contribuyente y ahorrista, armados con diccionario y pinzas para elegir palabras tratan los políticos de demostrar la sensatez de su actividad planificadora.
Así, la canciller alemana, Angela Merkel, rechaza que el país necesite un programa para reforzar la coyuntura económica de 25.000 millones de euros como el que exigen los socialdemócratas, sus compañeros de coalición. Merkel prefiere hablar de “paquetes de ayuda”, a los que define como: “impulsos concretos, valientes y sostenibles para hacer aumentar las inversiones y asegurar el empleo en algunas empresas”.
Lo que prevé el ministro de Economía germano, Michael Glos, son “beneficios fiscales”, y como ellos, tampoco son “subvenciones” los 40.000 millones de euros que el Banco de Inversiones Europeo pondría a disposición de la industria automovilística del continente. El BIE ofrece “créditos”, puntualiza el comisario europeo de Industria, Günter Verheugen, o según define un portavoz del Gobierno alemán: “aumenta los medios para fomentar las tecnologías innovadoras”.
Por el mercado automovilístico
“La crisis financiera ya ha llegado a la economía real en Alemania”, decía la semana pasada en una entrevista con DW-WORLD Christian Dreger, del Instituto Alemán de Investigación Económica, “basta con ver lo que está pasando en la industria automovilística”. Los productores de coches se están convirtiendo en el alma en pena de esta crisis. Mientras en Alemania los bancos tratan de guardar la compostura y aceptan con cuentagotas el dinero estatal, VW, BMW y los demás llevan semanas pidiendo ayuda a las puertas de la cancillería.
Las últimas cifras demuestran que el ahorro crece en el país. Ante un futuro incierto, los alemanes prefieren guardar sus ingresos, lo que significa que seguramente no se vean con ánimos de adquirir nuevos vehículos. Por el contrario, los estadounidenses están tan endeudados que ya no saben ni cómo hacer frente a los pagos de sus tarjetas de crédito, lo que igualmente hace pronosticar poca predisposición a la compra de coches. En definitiva, la industria automovilística augura malos tiempos.
Frente a los anuncios de producciones en suspenso y posibles despidos, Alemania y Europa han lanzado el bote salvavidas. 40.000 millones de euros ofrece la Comisión Europea para fomentar el desarrollo de tecnologías que reduzcan las emisiones. Y, si el Senado alemán aprueba los planes del ministro Glos, el impuesto de circulación podría desaparecer en Alemania para todos los automóviles nuevos durante el primer año, a lo largo de dos años para los coches menos contaminantes.
¿Paga el medio ambiente?
La tendencia a unir en un solo paquete la protección del medio ambiente y las ayudas a la industria automovilística indigna a los ecologistas, que consideran a esta rama como uno de los principales obstáculos para que se cumplan los objetivos climáticos de la UE y opinan que se la estaría financiando con fondos públicos sin exigirle a cambio una obligación real de invertir en vehículos cuyos niveles de contaminación estén considerablemente por debajo de los hoy se encuentran en el mercado.
Pero, económicamente, los productores de coches son muy importantes para Europa, y sobre todo para la Alemania que trata de huir de la recesión. De momento, el desempleo sigue retrocediendo en el país y se sitúa por primera vez desde hace 16 años por debajo de los tres millones de personas. La mayoría de los expertos coincide en que si se toman a tiempo las medidas correctas, y la máquina de propuestas ya ha echado a andar, los efectos de la crisis financiera aún pueden corregirse.
Por ello, con programa para reforzar la coyuntura o sin él, con pequeñas rebajas fiscales y subvenciones aquí y allá, lo relevante es que el sector automovilístico no se vaya al traste, que los bancos que lo necesiten den el paso y pidan dinero, y no frenen la concesión de créditos a la industria por asegurar la liquidez sin perder la vergüenza. Entre estas prioridades, el que un día fuera objetivo germano número uno y batalla personal de Merkel, la lucha contra el cambio climático, vive su propia crisis.