República Checa: más que un giro a la derecha
23 de octubre de 2017"Terremoto”, "huracán”, "tsunami”: desde las elecciones parlamentarias checas del sábado, la prensa del país no escatima en comparaciones catastróficas. Cerca del 60 por ciento del electorado votó por partidos antisistema; y eso, pese a que la economía del país marcha mejor que nunca. Una situación más que preocupante, tratándose de un país de la Unión Europea.
En el exterior se habla de un giro hacia la derecha en el este de Europa y se señala que otro país más emprende un camino similar al de Hungría y Polonia. Pero, pese a toda la inquietud por el resultado electoral checo, hay que diferenciar. Conceptos como "giro a la derecha” y "euroescepticismo” no explican mucho.
Clima enrarecido
Los votantes checos antisistema no son, en su gran mayoría, burdos radicales de derecha. Están hartos de la indolencia de la élite política. Hay importantes reformas en el campo social, sanitario y educacional que no avanzan desde hace años y a nivel regional y local están muy extendidos el clientelismo y el nepotismo. En una parte de la sociedad checa cunde el temor a ser los perdedores del proceso de modernización. Al mismo tiempo, políticos como el presidente Milos Zeman han envenenado en los últimos años el ambiente con permanentes expresiones despectivas sobre la Unión Europea, los refugiados y, en general, los valores humanistas y la democracia liberal.
También el multimillonario Andrej Babis, fundador de la Alianza de Ciudadanos Descontentos (ANO) cultiva en cierta medida ese discurso. Pero cosechó la mayor parte de sus votos con la promesa de poner orden en la República Checa y acabar con nepotismo de las élites. Esto no deja de tener cierta ironía, dado que el propio Babis siempre ha pertenecido al establishment y ha estado en los titulares por escándalos tributarios y estafas con subvenciones. Pero, a diferencia de políticos como Viktor Orbán o Jaroslaw Kaczynski, no es un nacionalista ni un chovinista, y tampoco tiene una visión profundamente antidemocrática. Más bien es un tipo de oligarca ambicioso que cree que su estilo de conducción empresarial autoritario le haría bien al país. En ese autoritarismo radica el peligro que emana de Babis.
Señales de alarma
De momento no está claro en qué medida marcará Babis el futuro de la República Checa. La formación de gobierno será compleja, porque casi nadie quiere formar coalición con la Alianza de Ciudadanos Descontentos. Además, Babis ha marginado durante años del partido a cerebros que ahora necesitaría para poner en práctica su biensonante proyecto de dotar a la economía de mayor eficiencia.
Por otra parte, Babis tampoco persigue un objetivo sustancialmente antieuropeo. Lo único que su país compartirá con Polonia, Eslovaquia y Hungría es el rechazo a la política de refugiados de la UE.
No obstante, en el tan demonizado establishment, dentro y fuera de la República Checa, deberían sonar las campanas de alarma. Si las élites tradicionales no quieren ser barridas del todo algún día por turbias fuerzas antisistema, deberán convencerse de que hay que gobernar con transparencia y legitimidad democrática. Solo así podrán convencer a la ciudadanía.
Keno Verseck (ERS/CP)